jueves, 30 de abril de 2015

La cena de la sinceridad

                                   CRÍTICA TEATRAL: EL NOMBRE

Reunirse con personas a las que conoces desde hace mucho tiempo y con las que tienes un vínculo afectivo puede dar lugar a situaciones muy dispares. Si en el tramo final de Secretos y mentiras Mike Leigh exponía una explosión de sinceridad en un cumpleaños con un tono dramático, los franceses Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelliere optan por una cena y la comedia en El Nombre, que puede verse hasta este sábado en Teatro Lope de Vega de Sevilla. Con una adaptación certera de Jordi Galcerán como ya hizo con Un dios salvaje de Yasmina Reza y una ágil dirección de Gabriel Olivares que demuestra su valía para ponerse al frente de las obras más diversas, El Nombre muestra a las claras la validez de la frase "La confianza da asco" ya que el público asiste a una serie de discusiones y revelaciones que van a más donde la tensión va en aumento pero las risas también, todo ello gracias a un trabajo actoral de primera.

Amparo Larrañaga, a la que un servidor no veía en el teatro desde que vino con la valiente obra Cómo aprendí a conducir de Paula Vogel, es un torbellino en el escenario donde se mueve como pez en el agua. Su arranque de sinceridad en el tramo final de la obra mereció, sin duda, el aplauso de todo el teatro, demostrando la razón por la que es una de las grandes actrices de este país. Su personaje se ve en medio de una discusión de marcado carácter intelectual a causa del nombre que se le va a poner a su futuro sobrino. Este hecho es el detonante de una serie de situaciones que desembocarán en revelaciones más sorprendentes en la que el ritmo no decae en ningún momento.
Un momento de tensión y risas. Sergio Parra
Jorge Bosch, al que pude ver, si hablamos de comedia en El método Grönholm de Jordi Galcerán, hace un alarde interpretativo donde su variada gestualidad se traduce las reacciones que tiene a lo largo de la velada al igual que Antonio Molero, que formaba parte del referido montaje de Un dios salvaje y que en esta ocasión eleva la discusión a niveles intelectuales por la profesión de su personaje demostrando una gran comicidad estando serio y enfadado, una  situación que el actor solventa con brillantez para deleite del público.

Por último debo destacar la sorpresa que me produjeron Kira Miró y César Camino en la primera ocasión en la que los veo en una obra de teatro. Miró demuestra una soltura en el escenario que es una delicia y que se crece en los momentos de mayor tensión y César Camino es una de las grandes sorpresas, ya que es el personaje que esconde la mayor sorpresa de la obra cuando ya se cree uno que no puede pasar nada más. Su talento cómico está fuera de toda duda y en esta obra lo despliega poco a poco para adquirir una relevancia vital para rematar el tramo final de la función con contundencia.

El Nombre supone un soplo de aire freso para estos tiempos que vivimos porque garantiza la risa y eso se agradece, y mucho.

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