La figura de Ricardo III fue usada por William Shakespeare para hablar, entre otras cosas, de la maldad y la sed de poder. El maquiavélico plan del último rey de la Casa York para conseguir sus objetivos no se detiene ante nada y nadie puede confiarse de tener la vida segura a su lado. Además, los York y los Lancaster son un ejemplo de la encarnizada lucha por un trono, manchado de sangre por todas partes, que se puede trasladar a otros momentos históricos o lugares ficticios como Poniente, cuyas casas principales, Lannister y Stark, están claramente inspiradas en las familias que protagonizaron la Guerra de las Dos Rosas.
El magnífico Arturo Querejeta interpretando a Ricardo III. Chicho
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La Compañía Noviembre nos ofrece con Ricardo III su cuarto montaje de Shakespeare consecutivo con un estilo marca de la casa, en el sentido más positivo de la palabra con una versión muy lograda de Yolanda Pallín que muestra todas las escenas clave del texto de Shakespeare.
Eduardo Vasco muestra su sabiduría como director de escena a la hora de construir escenas de gran intensidad emocional así como la recreación de la batalla de Bosworth, todo un ejemplo del uso de los elementos escenográficos, ya que las maletas que aparecen en la obra simbolizan diferentes cosas y tienen distintos usos pero el que se le da en la mencionada batalla es de un ingenio digno de alabar. El vestuario de Lorenzo Caprile también es determinante en la recreación de este decisivo momento, con unos uniformes que me recordaron a los de la Segunda Guerra Mundial y que contribuía a la atemporalidad de esta obra.
Como he mencionado la obra está lleno de grandes momentos, logrados por unas interpretaciones medidas en cada momento para lograr el efecto deseado y aquí es donde hay que hablar de la magnífica interpretación de Arturo Querejeta. El que fuese, hablando de los personajes que le he visto sobre las tablas, Feste, Yago y Shylock, se mete en la piel de Ricardo III de una manera que es un ejemplo más de su maestría porque muestra al personaje combinando maldad con falsa bondad y sus escenas con Lady Ana e Isabel (portentosas Cristina Adúa e Isabel Rodes respectivamente) son un claro ejemplo de intento de persuasión y convicción logradas por el tono usado por Querejeta para decir cada una de sus palabras. Esto se puede extender a todas las escenas en las que interviene mostrando la falta de escrúpulos de Ricardo.
Providencial en este montaje es la intervención de Charo Amador como la reina Margarita, mostrando una locura controlada interpretativamente sabiendo en todo momento dónde está la línea que no debe sobrepasar. Amador da una clase de interpretación lanzando las maldiciones que luego se cumplirán. Cuando se mete en la piel de la Duquesa de York, cambia lógicamente el tono pero vuelve a mostrarse determinante porque también es dura con Ricardo, y sus palabras tienen peso porque son dirigidas a un hijo del que ha visto su maldad.
Charo Amdor, portentosa como la reina Margarita. Chicho
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Fernando Sendino como Buckingham pisa con seguridad el escenario y es muy interesante cómo ejemplifica la fragilidad de todos los personajes que rodean a Ricardo III, porque una desobediencia le basta para ser considerado como traidor y que tenga un triste final.
Otra escena sobrecogedora es la de la muerte de Clarence, personaje que borda Rafael Ortiz, llena de tensión y pavor que el actor transmite al patio de butacas. Ortiz muestra su ductilidad cuando interpreta a Stanley, una cualidad extensible a sus compañeros por los desdoblamientos de, aparte del ya mencionado de Charo Amador, de Antonio de Cos (muy seguro como Richmond y Hastings, personaje con un arco emocional interesante por la manera en que se va trazando su destino sin que el personaje se percate de nada hasta que ya no hay vuelta atrás). Es destacable cómo son mostrados los asesinos que encarnan José Luis Massó y José Vicente Ramos, con un sentido del deber que se resquebraja en ciertos momentos pero las posibles consecuencias de desobedecer una orden Real les hace volver a su sangriento cometido. Ramos también muestra la fragilidad del Rey Eduardo con total convicción. Por su parte Bedoya da una muestra más del gran pianista que es y su capacidad para hacer tres personajes muy distintos, algo que también se extiende a Guillermo Serrano.
Vasco es consciente del río de sangre que corre en esta obra por lo que mostrar unas muertes en escena y otras no son otro ejemplo de su saber hacer, y es muy ingenioso, en el tema de las ejecuciones el uso de la tapa del piano.
Este montaje de Ricardo III, hasta el 30 de octubre en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, incide en la teatralidad de la propuesta con los personajes recorriendo el escenario, ayudando en la colocación de la escenografía y cantando canciones que van acorde con lo que cuenta la obra: hay personas que actúan al contrario que el resto y los villanos son coronados, lo cual tiene sus consecuencias.
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