Cecil B. DeMille estrenó en 1952 una maravillosa película sobre el circo a la que tituló con la frase que encabeza esta crítica teatral y no es una elección a la ligera porque Zenit, el nuevo espectáculo de Joglars que se ha estrenado en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, se centra en el mundo del periodismo y, aunque vengan de lejos temas como la ética periodística o el conseguir una noticia al precio que sea, (hay otros grandes ejemplos en el séptimo arte como Ciudadano Kane, Network un mundo implacable o The Paper. Detrás de la noticia) la existencia de los móviles como fuentes de información ha tergiversado todo de una manera que parece irreversible.
Con un sello marca de la casa Ramón Fontseré y Martina Cabanas crean una dramaturgia donde la sátira recae en los diversos elementos que componen el cuarto poder, que son mostrados en escena de una manera simbólicamente exagerada pero que no chocan mucho porque el deseo de obtener información hace que se salten muchas barreras. De ahí que una foto que se sabe que está manipulada o el quedarse con una versión determinada sobre un suceso, aunque no sea la verdadera, importan poco si se quiere seguir nutriendo a los lectores con noticias impactantes.
En la mencionada dramaturgia la sátira está desde la primera escena, con un comienzo que parece como si Kubrick hubiese decidido hacer un recorrido por la historia de la humanidad en 2001: Una odisea en el espacio sin la famosa elipsis. Eso permite a los miembros de Joglars recrear momentos históricos diversos y algunos muy logrados como la Revolución francesa o la llegada del hombre a ¿la luna? se ven a la vez que la evolución del periodismo en sí. Otro elemento destacado es la definición del personaje al que Fontseré da vida, quijotesco de los pies a la cabeza, luchando en un mundo que no comprende y donde las tecnologías se convierten en sus particulares gigantes-molinos de viento con los que choca constantemente. También hay un momento que me ha parecido un homenaje a Sergi Belbel y su célebre obra Después de la lluvia.
Zenit ofrece unas interpretaciones muy medidas donde el trabajo corporal tiene igual o más peso que la palabra y los actores dan vida a varios personajes con unos cambios a velocidad pasmosa, de ahí que alabe la acertada incorporación de Julián Ortega porque ofrece un abanico de personajes totalmente creíbles y con una capacidad de integración en el estilo Joglars como si hubiese estado años en la compañía y, con respecto al personaje central de todos los que interpreta, demuestra las ansias por llegar más alto, una actitud que está a la orden del día. Pilar Sáenz es quizás la que mejor ejemplifica la sed de información, no conformándose con cualquier cosa y con una dependencia excesiva hacia su móvil, algo común a los personajes que interpretan Dolors Tuneu, Xevi Vilà y el becario al que da vida Juan Pablo Mazorra, pero que en el caso del personaje de Sáenz llega a unos límites muy peligrosos.
El elenco de Zenit. David Ruano
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El espectáculo incide también en que cualquiera puede crear una noticia muy fácilmente y que cualquiera puede ser noticia, incluidos los propios periodistas, así como en la inmediatez que ofrecen las redes sociales a la hora de crear opinión. Pero todo se resume en una palabra ya mencionada: espectáculo. Da igual que sea una noticia alegre, triste o trágica. Se dan de la misma manera y los juegos malabares que Joglars hace en el escenario ejemplifica a la perfección esa voluntad de entretener con cualquier tipo de noticia. El final, que no desvela es una clara manifestación del elemento escatológico que rodea a esta sociedad de consumo rápido. Con Zenit Joglars ha metido el dedo en la llaga pero, por triste que pueda parecer, no hacen más de dar una visión de una realidad en la que, independientemente del tono satírico, no se inventan nada.
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