jueves, 20 de octubre de 2016

"Culto a la abundancia": ¿Alabado sea Dios?

La figura del predicador siempre ha ejercido para muchos artistas una especie de fascinación. La capacidad para convencer a las masas en beneficio propio o de segundas personas no pasó desapercibido por ejemplo en el cine con logrados retratos de esta figura como se muestra La noche del cazador (Charles Laughton, 1955), El fuego y la palabra (Richard Brooks, 1960) o Network (Sidney Lumet, 1976).

Las posibilidades dramatúrgicas del discurso de los predicadores, que es básicamente un exaltado monólogo no ha pasado desapercibido a Jorge Dubarry, que dirige un texto ampliado de Javier Berger y que ha dado como resultado Culto a la abundancia, hasta hoy en la Sala Cero de Sevilla. Dubarry saca todo el potencial a una historia que es más de lo que inicialmente se ve en escena, donde un predicador anima al público asistente a mejorar sus vidas con dos elementos: la fe en Dios y el dinero que va mucho más allá de la reiterada voluntad.

Pero si algo destaca en Culto a la abundancia es la magnífica interpretación de María José Castañeda. Un servidor ya se quedó cautivado con ella interpretando a Doña Ana de Pantoja en el montaje de Don Juan Tenorio que Teatro Clásico de Sevilla representó en el Teatro Quintero el año pasado. En Culto a la abundancia da una lección interpretativa soltando una arenga sin ningún titubeo ni fallo, todo lo contrario: control vocal y continua exaltación para convencer y un trabajo corporal muy completo para complementar la aceleración de su discurso. Daniel Abad acompaña correctamente a Castañeda y las canciones se convierten en un protagonista más. Todo sea para conseguir los propósitos de estos virtuosos de las palabras que embaucan sin que la persona se dé realmente cuenta de que ha caído en sus redes. Castañeda consigue que veamos a un predicador desde el minuto uno y regala a los espectadores una gran interpretación reservando una sorpresa que no puedo desvelar.

Un instante de Culto a la abundancia. CHEMANEL

Culto a la abundancia (de ¿Por qué Teatro? y Teatro del Gallinero) ahonda en la facilidad de convicción de ciertas personas que se aprovechan de la precaria situación actual y a esas palabras mucha gente se agarran como un clavo ardiendo, pero repito, no es oro todo lo que reluce.   

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