¿Qué es verdad? ¿Por qué mentimos? ¿En qué nos beneficia hacer una cosa u otra? Todas estas preguntas surgían en mi cabeza a medida que avanzaba el metraje del nuevo largometraje del prestigioso director japonés Hirokazu Kore-eda. Tras centrar gran parte de su filmografía en dramas familiares como Nadie sabe (2004), Still Walking (2008) o Después de la tormenta (2016) gira con El tercer asesinato al thriller con juicio, un género muy reconocible para los espectadores gracias a la gran cantidad de series y películas con esa temática provenientes de Estados Unidos. Sin ir más lejos y de manera inconsciente, se me vinieron a la cabeza Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959) y Las dos caras de la verdad (Gregory Hoblit, 1996) y, aclaro, no porque compartan similitudes en argumento o resolución, sino por el ambiente que transmite la película.
Precisamente, historia aparte, El tercer asesinato destaca, entre otras cosas, por lo bien filmada que está, con planos y escenas rodadas a la perfección (los cara a cara entre acusado y abogado, por ejemplo, son ejemplares en lo que a recursos visuales se refiere, ya que le saca mucho partido al cristal que separa a ambos personajes) a lo que contribuye la portentosa fotografía de Mikiya Takimoto. Luego, con respecto al guión Kore-eda juega intencionadamente con el espectador desde el minuto uno presentándonos un crimen y un culpable bastante evidentes. Pero la película se centra más bien en mostrar el entorno personal y laboral de víctima, acusado y letrado, por lo que, cuando crees que vas por un camino te desvías hacia otro. De hecho, hay una parte en la que un personaje se presenta como la femme fatale (por implicación y motivos) que recuerdan a clásicos como Perdición (Billy Wilder, 1944) o las dos versiones de El cartero siempre llama dos veces, curiosamente ambos títulos tienen como base sendas novelas del mismo autor, James M. Cain. Pero, como ya he mencionado, el filme va por otros vericuetos hasta llegar a un final que puede llegar a chocar pero que deja claro que los cambios de proceder de una persona tienen un motivo y el culpable confeso actúa de la manera que lo hace por motivos concretos que hacen plantease cosas a los espectadores.
La película se beneficia de las interpretaciones de un reparto en estado de gracia con el excepcional Masaharu Fukuyama, quien trabajó anteriormente con Kore-eda en la premiadísima De tal padre, tal hijo (2013), Premio del Jurado en el Festival de Cannes incluido. Su elegancia y seguridad interpretando al abogado defensor es apabullante. Lo mismo puede decirse del veterano Koyi Yakusho, con una carrera comenzada a finales de los años setenta y donde brillan títulos como La anguila (Shohei Imamura, 1997) o Agua tibia sobre un puente rojo (Shohei Imamura, 2001) o Memorias de una geisha (Rob Marshall, 2005). Aquí está también espectacular dando vida a un asesino confeso. Y también hay que destacar el trabajo de la joven actriz Suzu Hirose, repitiendo con Kore-eda tras Nuestra hermana pequeña (2015) dando vida a la hija de la víctima cuya relación con el acusado es pieza clave en el guión escrito por el propio director.
Se puede decir en un momento dado, viendo El tercer asesinato: "esta película ya la he visto", por lo expuesto al principio, pero la maestría de Kore-eda hace que, cuando llegamos al final, sintamos que no hemos visto más de lo mismo.
Precisamente, historia aparte, El tercer asesinato destaca, entre otras cosas, por lo bien filmada que está, con planos y escenas rodadas a la perfección (los cara a cara entre acusado y abogado, por ejemplo, son ejemplares en lo que a recursos visuales se refiere, ya que le saca mucho partido al cristal que separa a ambos personajes) a lo que contribuye la portentosa fotografía de Mikiya Takimoto. Luego, con respecto al guión Kore-eda juega intencionadamente con el espectador desde el minuto uno presentándonos un crimen y un culpable bastante evidentes. Pero la película se centra más bien en mostrar el entorno personal y laboral de víctima, acusado y letrado, por lo que, cuando crees que vas por un camino te desvías hacia otro. De hecho, hay una parte en la que un personaje se presenta como la femme fatale (por implicación y motivos) que recuerdan a clásicos como Perdición (Billy Wilder, 1944) o las dos versiones de El cartero siempre llama dos veces, curiosamente ambos títulos tienen como base sendas novelas del mismo autor, James M. Cain. Pero, como ya he mencionado, el filme va por otros vericuetos hasta llegar a un final que puede llegar a chocar pero que deja claro que los cambios de proceder de una persona tienen un motivo y el culpable confeso actúa de la manera que lo hace por motivos concretos que hacen plantease cosas a los espectadores.
La película se beneficia de las interpretaciones de un reparto en estado de gracia con el excepcional Masaharu Fukuyama, quien trabajó anteriormente con Kore-eda en la premiadísima De tal padre, tal hijo (2013), Premio del Jurado en el Festival de Cannes incluido. Su elegancia y seguridad interpretando al abogado defensor es apabullante. Lo mismo puede decirse del veterano Koyi Yakusho, con una carrera comenzada a finales de los años setenta y donde brillan títulos como La anguila (Shohei Imamura, 1997) o Agua tibia sobre un puente rojo (Shohei Imamura, 2001) o Memorias de una geisha (Rob Marshall, 2005). Aquí está también espectacular dando vida a un asesino confeso. Y también hay que destacar el trabajo de la joven actriz Suzu Hirose, repitiendo con Kore-eda tras Nuestra hermana pequeña (2015) dando vida a la hija de la víctima cuya relación con el acusado es pieza clave en el guión escrito por el propio director.
Se puede decir en un momento dado, viendo El tercer asesinato: "esta película ya la he visto", por lo expuesto al principio, pero la maestría de Kore-eda hace que, cuando llegamos al final, sintamos que no hemos visto más de lo mismo.
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