sábado, 23 de diciembre de 2017

"Wonder Wheel": Amor, celos...y fuego

Las relaciones de pareja, de diversa naturaleza, ha sido uno de los temas recurrentes en las películas de Woody Allen, algo que se constata en su última película estrenada: Wonder Wheel. El director de títulos como Septiembre (1987), Maridos y mujeres (1992), o Match Point (2005) ofrece en esta ocasión al espectador una historia de sentimientos y comportamientos extremos donde hasta los gangsters tienen cabida. A esto hay que añadir una exquisita recreación de época: Coney Island en los años cincuenta del siglo pasado. Esto es logrado gracias a una ambientación esmerada, donde el vestuario de Suzy Benzinger y la maravillosa fotografía del maestro Vittorio Storaro, ofreciendo una gama de colores y unos tonos de luz de ensueño, tienen una importancia esencial, a lo cual hay que hay que sumar las canciones que suenan y el cine de la época, pues incluso se muestra el cartel de un western muy popular que en esos momentos se proyectaba.

Si hay algo que caracteriza a las historias que suele plasmar Allen en los guiones de sus películas es que contienen elementos que descolocan en el buen sentido, con alguna excentricidad (una de ellas relacionada con el fuego mencionado en el título de esta crítica). Si bien en esta ocasión el guión no es tan redondo como otros suyos, el ritmo y el interés van aumentando y el final no es para nada cerrado. Lo que sí juega a su favor es que deja en el aire la naturaleza de lo que se está contando con la introducción que hace el personaje interpretado por Justin Timberlake, una oportunidad para constatar que sus dotes como actor son bastante notables, algo que ya certificó desde su personaje en La red social (David Fincher, 2010).

Pero si hay alguien que se luce en esta película es Kate Winslet, ya que Allen le da un personaje bombón (que hace olvidar el que le vimos este mismo año en La montaña entre nosotros): En el filme de Allen da vida a una mujer infeliz, pasional, impulsiva, y que demuestra las consecuencias de tomar una decisión importante en décimas de segundo, o, mejor dicho, el cambiar de opinión sobre lo que la lógica le incita a hacer inicialmente, pero otros sentimientos más viscerales le hacen no actuar como pensaba. Winslet afronta otro personaje ambivalente y contradictorio como los que interpretó, en otros contextos muy diferentes, en Juegos secretos (Todd Field, 2006) o El Lector (Stephen Daldry, 2008), título con el que ganó todos los premios, Oscar incluido. Allen refirma así una vez más su capacidad para crear papeles femeninos potentes y que han sido apreciados y premiados como los de Diane Weist en Hannah y sus hermanas (1986) y Balas sobre Broadway (1994) o el de Cate Blanchett en Blue Jasmine (2013).  

Otros actores brillan en esta película como Jim Belushi, como marido de Winslet y la joven Juno Temple, en la piel de la hija de este último (y vértice esencial de un inesperado triángulo) que muestra su lado dramático, el cual saca a relucir como ya hiciera en Expiación (Joe Wright, 2007), filme con el que llamó poderosamente la atención y que hizo disparar su carrera. Con estos personajes (sumando los de Winslet y Timberlake) Allen hace un retrato del roto sueño americano, ya que son personas que no tienen salida, de alguna manera están atrapados en un presente donde el pasado pesa mucho, a unos más que otros, eso sí.

Wonder Wheel hace referencia al nombre de una noria que es una de las principales atracciones del lugar donde se desarrolla la acción y, si bien no tiene protagonismo ninguno a nivel de desarrollo de la historia, puede servir como metáfora de las vueltas que da la vida, sobre todo si los impulsos y las pasiones juegan un papel fundamental, como es el caso. Sin ser el mejor Woody Allen, es un filme notable.  

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