sábado, 24 de marzo de 2018

"La casa junto al mar": La reunión de los hermanos

Si hay un director francés que ha mantenido una fidelidad (con contadas excepciones) en muchos sentidos en el cine que ha hecho y sigue haciendo, ese es Robert Guédiguian: a una ciudad, Marsella, y a unos actores: Ariane Ascaride (su mujer en la vida real) Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan

El responsable de títulos como Marius y Jeanette (1997), La ciudad está tranquila (2000) o Las nieves del Kilimanjaro (2011), uno de los abanderados en su país del cine social, vuelve a contar con los actores mencionados para su nueva película, La casa junto al mar, ganadora de dos premios en el Festival de Venecia.

Ascaride, Darroussin y Meylan interpretan a tres hermanos que se reúnen en el lugar donde crecieron para hablar sobre la herencia familiar al estar el padre en un estado prácticamente irreversible. Este punto de partida da lugar a un retrato de tres personas con una situación pasada y presente distintas pero que los lazos familiares les unen en una causa común. Esto se acentúa con la llegada de inmigrantes a la costa.

Guédiguian rueda, con la complicidad del director de fotografía Pierre Milon, (asiduo colaborador de otros directores como Laurent Cantet) y que llevan trabajando juntos once años, un canto de amor al lugar donde creció, con bellas imágenes y un mar con una tonalidad hermosísima. Con respecto al guión, que firma junto a Serge Valetti, como ya hicieron en El cumpleaños de Ariane (2014), Guédiguian trata temas como el amor, la muerte (con una escena impactante), la solidaridad y el peso del pasado, con tramas secundarias nada gratuitas, sino complementarias.

La casa junto al mar es un filme que recoge fragmentos de vida en un lugar concreto para apuntar ligera y certeramente el carácter y las ideas de los personajes. De este modo Meylan interpreta al hijo que se quedó a regentar el restaurante marítimo familiar y, por lo tanto, es el más apegado al lugar, aunque quisiese cambiar, Darroussin interpreta al hermano más inconformista que no tiene seguridad laboral y cuya relación sentimental con una mujer más joven pende de un hilo, y Ascaride interpreta un personaje en el que se vislumbra un bello homenaje del director a la carrera como actriz de su esposa quien ofrece unas referencias al teatro deliciosas y, además, y esto es lo más importante, tiene un doloroso pasado que se cuenta sin cargar las tintas.

Las relaciones personales que se muestran en la película ofrecen un abanico de comportamientos bastante ilustrativo, donde el dolor, la alegría, los impulsos y las ganas de vivir conviven en armonía sin desentonar. Esto se logra gracias a unas interpretaciones naturales, como resultado de la complicidad de Guédiguian con sus actores, y a un tratamiento general ligero pero sin descuidar ni tomarse a pitorreo temas importantes. Eso no quiere decir que no haya momentos ligeramente cómicos y conmovedores, donde las manos de unos niños también hermanos que no quieren soltarse simbolizan la unión fraternal, fuerte, a prueba de bombas y donde el ingrediente principal es el amor.

Como curiosidad, esta película es también un auto homenaje de Guédiguian a su cine, ya que la casa donde transcurre la acción fue la misma donde rodó su tercer largometraje Ki lo sa? (1986), protagonizada por los tres actores mencionados y precisamente unas escenas de ese filme son usadas para reflejar un alegre recuerdo de los personajes en su juventud, aunque lógicamente fuesen otros, pero el hecho de ser los mismos actores en el mismo lugar ha posibilitado esta autocita cinematográfica de un director, Robert Guédiguian, quien, con La casa junto al mar, demuestra que su cine es personal y está  lleno de valores argumentales y estéticos.    

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