lunes, 16 de abril de 2018

"La delgada línea amarilla": Kilómetros de camaradería

Como muchas veces se comprueba, en la sencillez está el acierto. Esta parece ser la principal cualidad que destaca en La delgada línea amarilla, debut en la dirección de largometrajes de Celso García, apadrinado por Guillermo del Toro

Esta película, estrenada hace tres años, y que ahora llega a las salas españolas, es un buen ejemplo del cine mexicano de calidad, lo cual llevan años demostrando directores como el propio Del Toro, Arturo Ripstein, Alfonso Cuarón o Alejandro González Iñárritu, todos, además, con un gran reconocimiento internacional. En el filme que nos ocupa Celso García plantea una historia sencilla pero llena de sentimientos.

García, quien actualmente se encuentra rodando el remake mexicano de La boda de mi mejor amigo (P.J.Hogan, 1997) con Miguel Ángel Silvestre, se apoya en un conjunto de actores en estado de gracia, quienes dan vida a unos hombres que trabajan pintando la línea divisoria de una carretera entre dos pueblos, para hablar de temas universales como la amistad, la amargura o la supervivencia de una manera que va calando en el espectador poco a poco porque los personajes hacen un viaje físico por su trabajo, pero también emocional.

El guión del propio Celso García, premiado en el Festival de Gijón, donde la película también ganó el Premio Especial del Jurado, tiene la habilidad de trazar a los personajes con exactitud pero sin complicarse la vida, lo cual el espectador lo recibe con agrado.

Los actores, por otra parte, están todos muy bien en los personajes que interpretan, destacando en primer lugar un magnífico Damián Alcázar (visto recientemente en la serie Narcos o en el remake mexicano de Sin tetas no hay paraíso) dando vida a un hombre uraño, peleado con la vida y cuyo trato con sus compañeros le hará evolucionar y ver las cosas desde otro punto de vista. Su carácter contrasta sobre todo con el del trabajador más joven del grupo interpretado por Américo Hollander en la que es su segunda película. Su personaje es todo bondad y altruismo, lleno de sueños por cumplir y un ejemplo para los demás. 

También destacan Silverio Palacios en la piel de un ex trabajador de un circo y Gustavo Sánchez Parra como el elemento discordante que tiene una especie de redención. En pequeños papeles brillan Fernando Becerril como el ingeniero que contrata a los hombres para el trabajo en la carretera y la veterana Tara Parra en la piel de una generosa mujer que da de comer y hospeda a los hombres durante una intensa lluvia.  

Sin caer en el sentimentalismo pero muy atento a los detalles como recogen las imágenes finales de la película, mostrando lugares y objetos que han formado parte del camino recorrido, La delgada línea amarilla, que, además cuenta con una buena fotografía de Emiliano Villanueva, es una película llena de cariño, que no obvia pasajes dramáticos pero que son combinados con momentos alegres y distendidos para demostrar que la vida es un camino lleno de baches en el que hay que continuar, pase lo que pase, y donde la persona que menos uno se espera, puede convertirse en amigo y confidente, y dejar una huella imborrable en nuestro corazón aunque los caminos se separen. 

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