domingo, 3 de junio de 2018

"Caras y lugares": Arte y recuerdos

Hay proyectos especiales que se salen de los patrones establecidos por su peculiaridad. El documental Caras y lugares es, sin lugar a dudas, uno de ellos. La unión de la veterana cineasta Agnés Varda (una referente indiscutible del séptimo arte por sus vivencias y trabajos) y el fotógrafo JR da como resultado una bocanada de aire fresco que es muy de agradecer. Caras y lugares , nominado en los últimos Oscar sigue a Varda y JR (quienes, además, codirigen y coescriben esta singular maravilla) en un proyecto altruista y lleno de buenas intenciones.

El recorrido que hacen por Francia para fotografiar todo lo que ellos consideran hermoso para luego hacerlo a tamaño mural y dejarlo colocado para la posteridad sirve para varios propósitos: dejar un grato recuerdo para las personas que viven en el sitio que han visitado, dar a conocer pequeñas grandes historias y hacer una reflexión sobre la labor social y reivindicativa del arte, además de embellecer.

Otra de las cosas que destacan en Caras y lugares es la personalidad de sus artífices, Varda y JR y la amistad que surge entre ellos, de ahí que este documental sirva para conocerlos un poco más y que haya pasajes personales intercalados con la labor descrita anteriormente. Ambos son de dos generaciones distintas, les separan décadas de diferencia, pero eso no impide una camaradería muy peculiar que hace aflorar lo mejor de ambos. Para ello, y ahondando en la idea de que éste no es un documental al uso, el comienzo tiene un toque cómico que tiene que ver con el encuentro de ambos por primera vez antes de comenzar el proyecto que les une La admiración mutua por la trayectoria y el trabajo del otro se une con una sensibilidad que se va apreciando en pasajes como los referidos a una cita con Jean-Luc Godard o una operación ocular de Varda.

Caras y lugares también, por lo mencionado anteriormente tiene una labor antropológica por las personas que Varda y JR se van encontrando: una mujer que resiste como única inquilina en una casa, trabajadores de una fábrica con distintos horarios, un cartero, un campanero o tres estibadores y sus respectivas mujeres. Gracias a las fotografía de gran tamaño que JR hace con su equipo, logra sobre todo la felicidad de las personas retratadas y, además dejar patente el carácter reivindicativo de estas obras de arte.

La capacidad de captar la vida sin aparentes artificios, algo que Varda ha hecho en otros  reconocidos documentales como Los espigadores y la espigadora (2000) y su continuación, Dos años después, impregna a Caras y lugares de una autenticidad sanadora para los sentidos, ya que profundiza en la creencia de la bondad de las personas y en lo maravilloso que es escuchar las historias que puede contar cualquier persona. Además, el hecho de planear algo inicialmente y luego ir por libre, a la expectativa de lo que se van a encontrar, proporciona una frescura a las imágenes impagable.

A todo lo expuesto no se puede dejar de apreciar las referencias cinéfilas que se incluyen que van desde Un perro andaluz (Luis Buñuel, 1929) hasta una recreación en el Museo del Louvre, de una escena de Banda aparte (Jean-Luc Godard, 1964) llena de ternura y comicidad. A ello hay que unir los recuerdos de Varda de su marido, Jacques Demy, o su antigua amistad con Godard (del que hace declaraciones como director de cine y como persona) y Anna Karina.

Caras y lugares reflexiona en general sobre el poder del arte y el bien que puede hacer a la humanidad, sin obviar tampoco, en un pasaje muy evocador, su carácter efímero. También es un retrato de dos seres únicos que podrían parecer antagónica, pero que establecen unos lazos indestructibles. Se necesitan (así lo considera un servidor) más personas como Varda y JR  y más documentales como éste. Ah, y atentos el juego que dan las gafas que JR lleva.  

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