jueves, 23 de agosto de 2018

"El rehén (Beirut)": Negociador en zona de conflicto

En numerosas ocasiones el cine ha mostrado las peripecias de personas en un país extranjero en conflicto. Curiosamente los títulos que le vienen a un servidor a la mente están protagonizados por reporteros como era caso de Mel Gibson en Indonesia en El año que vivimos peligrosamente (Peter Weir, 1982), Nick Nolte en Nicaragua en Bajo el fuego (Roger Spottiswoode, 1983) o Sam Waterston y John Malkovich en Camboya en Los gritos del silencio (Roland Joffé, 1984).

Con los citados ejemplos puede emparentar perfectamente (cambiando el país y la profesión del protagonista, claro está) El rehén (Beirut) que traslada la acción al corazón de la Guerra Civil del Líbano de 1982 y los esfuerzos de un diplomático por liberar a un amigo. Sin embargo, no todo es tan sencillo. El filme, dirigido por Brad Anderson (que siempre será recordado por El Maquinista y la delgadez a la que llegó su protagonista, Christian Bale) tiene un intrincado guión firmado por Tony Gilroy, guionista de cuatro entregas de la Saga Bourne y director de El legado de Bourne (2012) o Michael Clayton (2007) por la que Tilda Swinton ganó el Oscar.

La película mete en el saco a varios implicados: La CIA, los israelíes o la OLP. Además juega constantemente con el papel de los personajes en el conflicto y la responsabilidad en el mismo, dudando en varias ocasiones de una posible dualidad que hace sospechar de posibles traiciones. 

Pero si El rehén (Beirut) gana enteros es por lo bien que traza al protagonista de esta historia y el actor que lo interpreta. Un servidor se atreve a decir que, sin Jon Hamm, esta sería otro cantar. La seguridad con la que el famoso Don Draper de la serie Mad Men da vida al mediador elegido y que vuelve a su pesar a la capital libanesa diez años después de vivir allí un trágico suceso (mostrado en un sólido prólogo, por cierto, donde se dan las claves de lo que ocurrirá después y con una mención nada baladí a los atentados en las Olimpiadas de Munich).

La realidad que se muestra no escatima en escenas donde el peligro acecha en cada esquina y la desconfianza es una actitud vital para sobrevivir en un terreno minado metafóricamente. Si bien es cierto que, al menos en lo que a un servidor se refiere, la trama se enreda más de la cuenta, todo se resuelve para bien o para mal de manera clara. 

Con respecto a las interpretaciones, la solidez del personaje de Hamm contrasta con un personaje femenino interpretado con oficio por Rosamund Pike que no se nota igual de definido y un servidor duda en si está hecho a propósito para generar desconfianza en el espectador y en los demás personajes o no han estados tan finos porque tiene comportamientos muy de cliché. Lo mismo podría decirse de la víctima del secuestro al que da vida Mark Pellegrino (siempre recordado por un servidor por su participación en la serie Perdidos), con una amistad manifiesta que también es ambigua.

El rehén (Beirut) sigue los parámetros de las películas de negociadores de secuestros con el plus añadido del lugar y el contexto en el que se desarrolla y el uso de imágenes reales del conflicto por televisión para mostrar la dureza de un país en guerra. 

Un servidor reitera que la elección de Jon Hamm como protagonista es indispensable para que esta película no caiga en el saco y se diga "otra más". Si todo hubiese estado al mismo nivel la película sería mejor de lo que es. Hecha con oficio, el director parece no controlar del todo el conjunto pero sin embargo hace lo indispensable para darle la agilidad necesaria y el dinamismo requerido.      

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