jueves, 1 de noviembre de 2018

"El cascanueces y los cuatro reinos": Un bello envoltorio no es suficiente

En el año 2012 un servidor tuvo la ocasión de experimentar algo peculiar, consistente en ver dos versiones para la gran pantalla de un clásico cuento: Blancanieves y la leyenda del cazador dirigida por Rupert Sanders y liderada por una magnífica Charlize Theron, a pesar de Kristen Stewart, ganaba por goleada a la versión dirigida por Tarsem Singh titulada Blancanieves (Mirror, Mirror) con Julia Roberts y Armie Hammer. La razón, siempre desde un punto de vista personal, era que la primera cuidó la historia y el apartado visual mientras que en la segunda el guión era bastante flojo.

La sensación descrita en la última frase del párrafo precedente fue la que tuvo un servidor (y sus acompañantes) al ver El cascanueces y los cuatro reinos. Esta producción de Disney apabulla en el apartado técnico gracias a un diseño de producción magnífico por parte del británico Guy Hendrix Hyas, una gran fotografía del sueco Linus Sandgren, premiado con un Oscar por La La Land (Damien Chazelle, 2017) y un bello vestuario por parte de Jenny Beavan, ganadora de dos Oscar, por Una habitación con vistas (James Ivory, 1985) y Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015).

Todo esto es de una calidad incuestionable pero el guión y la dirección de actores hacen que esta propuesta pierda muchos puntos por . En primer lugar, el guión escrito por Ashleigh Powell, es una adaptación demasiado libre del cuento El cascanueces y el rey de los ratones escrito por Ernst Theodor Amadeus Hoffmann en 1816 y del ballet que se estrenó en 1892, basado en una adaptación escrita por Alexandre Dumas padre, con hermosa música de Tchaikovski y coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov (el cual un servidor pudo ver sobre hielo en diciembre de 2012 en el Teatro de la Maestranza de Sevilla gracias a la compañía Imperial Ice Stars). Por cierto, la música del ballet suena en distintos momentos de la película pero no linealmente, como el famoso vals de las flores, por ejemplo, e incluso hay escenas de ballet puro para recalcar, quizás en exceso, la fuente de inspiración de la película.

El guión del filme, ahondando más en el asunto, es una mezcla extraña entre el cuento y el ballet donde ocurren cosas, dentro del género fantástico, que no tienen explicación (o mejor dicho, no se dan) además de introducir personajes y situaciones nuevas de cara a convertir la película en un producto familiar que peca de infantilismo exagerado, como demuestra, por ejemplo, la estridente interpretación de la siempre solvente Keira Knightley, dando vida al Hada del Azúcar, el amaneramiento de varios personajes masculinos y la extraña apariencia de los personajes interpretados como pueden los siempre espléndidos Morgan Freeman y Helen Mirren, que demuestran una vez más que logran sacar un resultado óptimo sea cual sea el personaje que caiga en sus manos. Parece mentira que esta película esté dirigida por Lasse Hallström, responsable de Chocolat (2000), por ejemplo, y Joe Johnston, director, entre otras, de Jumanji (1995).

La trama de la película tiene que ver con una peculiar herencia familiar en un mundo fantástico, centrando la atención  en una joven que, en Navidad, recibe un regalo de parte de su madre, ya fallecida: Un huevo con una cerradura que no adjunta la llave que debe abrirla. La asistencia a un baile le hace recibir otro regalo que la conduce por arte de magia a un mundo nevado donde un soldado cascanueces cobra vida. A partir de ahí, con un elemento sentimental que no llega cuajar del todo, se suceden situaciones sin ton ni son con ratones, la mencionada hada y soldados de carne y hueso y otros que cobran vida, además de una misión para devolver la paz al lugar con las trilladas sorpresas de personajes que no son lo que parecen, entre otras cosas.

Tampoco ayuda la poca expresividad de la actriz que asume el papel protagonista: Mackenzie Foy, quien se ha especializado en el terreno fantástico, apareciendo, por ejemplo, en las dos últimas partes de la saga Crepúsculo (un servidor no sabe si se le pegó algo de Stewart) pero lo cierto es que al cuarto de hora se nota que no es una actriz que transmita mucho.

El cascanueces y los cuatro reinos es una película con buenas intenciones cuyo guión lastra un conseguido y vistoso resultado a nivel estético, una pena. Es, como indica el título de esta crítica, una especie de regalo hermosamente envuelto por fuera pero prácticamente vacío por dentro.   

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