miércoles, 17 de abril de 2019

"Quiero comerme tu páncreas": El lado agridulce de la vida

En el género del anime hay de todo, como en botica. Pero una gran cantidad de sus filmes se reconocen por transmitir importantes mensajes para que el público reflexione mezclando la realidad con elementos fantásticos, véase, por ejemplo, los filmes de Hayao Miyazaki, Mamoru Hosoda o Makoto Shinkai

Además de lo expresado, hay directores que tratan directamente importantes temas sociales donde la fantasía tiene una mínima o nula presencia y la cruda realidad se impone. Para un servidor uno de los filmes de referencia de esta tendencia es A silent voice (Naoko Yamada, 2016) que trataba el tema del bullying o acoso escolar  y la discriminación en el ámbito escolar de una manera nada edulcorada. Pues lo mismo puede decirse de Quiero comerme tu páncreas, el primer largometraje de Shinchirô Ushijima.

Esta película tiene varias peculiaridades siendo una de las principales la de tratar un tema duro, en este caso la muerte, al hacer protagonistas a dos jóvenes: un chico tímido y que ha decidido vivir aislado sin relacionarse con los demás y una chica que padece una enfermedad irreversible en el órgano del título y que decide disfrutar el tiempo que le queda de vida. 
Otra característica curiosa es su origen: es la adaptación de una popular novela del escritor nipón Yoru Sumino que, en 2017, fue adaptada al cine como película de acción real dirigida por Shô Tsukikawa, una tendencia que no es muy común, al menos en Japón (ya que Disney,  a la inversa, lleva adaptando a imagen real todos sus clásicos animados desde hace unos años, y lo que queda) , y que tiene como reciente en el tiempo el precedente de El caso de Hana y Alice (Shunji Iwai, 2015), secuela animada de un filme con actores de carne y hueso del mismo director de 2004

La atracción por estas historias se está haciendo notar en Hollywood ya que se está preparando una adaptación a imagen real de la aclamada Your Name (Makoto Shinkai, 2016) y de un clásico del anime, Akira (Katsuhiro Ôtomo, 1988).

Siguiendo con Quiero comerme tu páncreas hay que decir que, a un servidor, el comienzo, le recordó salvando la distancias, y cree que no exagera, a Love Story (Arthur Hiller, 1970). La primera escena y el lugar donde se comienzan a conocer los protagonistas trajo a la mente la historia que protagonizaron Ryan O'Neal y Ali MacGraw. Se recalca que le recordó, porque la situación personal de los protagonistas y sus acciones son muy diferentes en el desarrollo de ambos filmes.

En Quiero comerme tu páncreas se potencia mucho la disparidad de caracteres de los personajes, ya que, mientras ella mantiene una actitud positiva y vitalista, él tiene una actitud apática, dejando los días correr y estancado a nivel afectivo, emocional y social. Es un filme que enseña la importancia que tienen las personas en las vidas de otras de una manera inesperada y, sobre todo, rompe con la previsibilidad del relato con un golpe de efecto inesperado para el protagonista masculino y para el espectador. Antes de ese momento se contagian las ganas de vivir de ella, en forma sueños anotados, una lista de deseos que cumplir antes de que el fatídico día llegue. También se ve cómo esas ganas ella intenta transmitírselas a él y eso hace que, gracias a un diario, tras el gran mazazo narrativo citado pero no descrito, los mensajes de éste cobren un gran sentido y calen en la manera de ser del protagonista para reaccionar.

También hay que incidir en la importancia del título, del cual incluso se hace una broma en la trama pero que tiene una explicación profunda para no llevar a equívocos sobre el tono y los derroteros por los que transita la historia.

Por otro lado, la calidad visual y colorista del filme sigue las normas estéticas del anime tradicional y, además, tiene una portentosa banda sonora a cargo de Hiroko Sebu con varias canciones pegadizas cuyas letras contribuyen al mensaje de esperanza de esta película que cautiva por su dureza, su pureza estética y narrativa y sus sutiles notas de humor. Un contraste de emociones que culmina con una significativa escena post créditos que no hay que perderse. El anime no sólo invita a soñar sino también a reflexionar y Quiero comerme tu páncreas lo consigue.    

1 comentario:

  1. Desde luego la factura técnica que se percibe en su diseño me parece sensacional. Aún no la he visto, pero la tengo bien apuntada en la agenda. Buena reseña.
    Un saludo

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