domingo, 14 de abril de 2019

"Un pueblo y su rey": Un ejemplo de cómo enseñar la Historia

A los espectadores, después de tantas películas, cualquier cosa no les vale y aún con más razón cuando se sabe que una película tratará sobre un tema del que prácticamente se saben todos los hechos, o por lo menos los más significativos, como es el caso de la Revolución Francesa

Este hecho histórico es en el que se centra Un pueblo y su rey, coproducción franco-belga dirigida y escrita por Pierre Schoeller, cineasta que ya llamó la atención con sus anteriores filmes, Versalles (2008), protagonizada por el tristemente desaparecido Guillaume Depardieu y El ejercicio del poder (2011), encabezado por el gran Olivier Gourmet, con quien vuelve a contar en esta ocasión para encarnar a un artesano fabricante de vidrio.

Ahondando en lo expuesto al comienzo de esta crítica, la Revolución Francesa es un tema varias veces tratado en el cine, bien desde perspectivas generales como en la mastodóntica película Historia de una revolución (Robert Enrico y Richard T. Heffron, 1989) en un gran reparto que incluía a Klaus Maria Brandauer, Jane Seymour, François Cluzet, Claudia Cardinale, Peter Ustinov o Sam Neill, o centrándose en personajes concretos que estuvieron envueltos en ella como el filme Danton (Andrzej Wajda, 1983) y que protagonizaba Gérard Depardieu, El reinado del terror (Anthony Mann, 1949) centrada en Robespierre, o la reina Maria Antonieta desde distintas ópticas: clásica, como en la película dirigida por W.S. Van Dyke en 1938 con Norma Shearer y Tyrone Power o desenfadada y con anacronismos como el filme de Sofia Coppola en 2006 con Kirsten Dunst.

Otra opción es contar la historia de personajes que se encuentran de repente en medio de un episodio concreto, como retrató Ettore Scola en La noche de Varennes (1982) con actores de la talla de Marcello Mastroianni o Harvey Keitel. Un servidor no puede dejar de mencionar  en este repaso el magnífico episodio dedicado íntegramente a estos hechos de la serie animada y didáctica Erase una vez... el hombre (1978).

Todos estos ejemplos sirven ahora para detallar en qué se distingue de estas propuestas Un pueblo y su rey. Primeramente no abarca todo: Comienza con la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, y acaba con la ejecución de Luis XVI el 21 de enero de 1793, por lo cual deja de narrar el período denominado El Terror, donde muchos de los personajes que terminan vivos en la película de Schoeller murieron, como el rey, guillotinados, o apuñalados, como fue el caso de Jean-Paul Marat, mientras tomaba un baño. 

Otro factor importante es cómo está filmada, con lo cual se puede hablar del punto de vista, variado, desde gente anónima como ciudadanos de a pie, políticos o el rey y su familia, hasta los encuadres, bastante cerrados en su mayoría, haciendo que muchas escenas parezcan cuadros en movimiento y pocos pero buenos planos generales. A todo ello hay que añadir una narración en forma de crónica y una ambientación correctísima, gracias al vestuario de Anaïs Romand así como una buena iluminación, gracias a la fotografía de Julien Hirsch creando imágenes bellas.

Schoeller, teniendo coherencia, ese tono coral lo traslada a las interpretaciones de los actores haciendo que todos estén a un gran nivel pero sin sobresalir uno por encima del otro. Al citado Olivier Gourmet hay que sumar, como los citados ciudadanos de a pie a Adèle Haenel, a la que un servidor no convenció mucho en La chica desconocida (Hermanos Dardenne, 2016) pero sí en 120 pulsaciones por minuto (Robin Campillo, 2017) y en esta película, donde su personaje demuestra una gran fuerza y compenetración con el joven al que da vida el magnífico Gaspard Ulliel, quien siempre ha destacado encabezando grandes repartos como en Sólo el fin del mundo (Xavier Dolan, 2016) o en Saint Laurent (Bertrand Bonello, 2014) donde daba vida al famoso modisto y coincidía con el siempre magnético Louis Garrel, quien interpreta a Robespierre en Un pueblo y su rey, en una interpretación muy comedida centrada en sus discursos. En el reparto destaca también por méritos propios Laurent Laffite al que un servidor descubrió en la controvertida Elle (Paul Verhoeven, 2016) junto a Isabelle Huppert o en la irregular Nos vemos allá arriba (Albert Dupontel, 2017). En esta ocasión presta toda su experiencia para dar vida a Luis XVI.

Un pueblo y su rey es un película algo íntima en su planteamiento, y eso que está narrando un hecho histórico de gran magnitud. Imágenes como el sol que aparece al derribar piedras de la Bastilla o una escena onírica del monarca con otros reyes anteriores a él son ejemplos idóneos de cómo contar de manera diferente algo muy conocido con un ritmo interno que va de menos a más pero sin estridencias. Para un servidor, objetivo cumplido.  

2 comentarios:

  1. Puede estar bien este film, aunque es un estilo que no me gusta mucho. Con todo siempre se aprende algo con estas películas en cuanto a historia.
    Un saludo

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    1. Muchas gracias por tus comentarios, a mí es que el cine histórico me gusta bastante y los franceses lo hacen muy bien. Saludos

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