jueves, 13 de junio de 2019

"El vendedor de tabaco": Sueños plasmados en papel

En la actualidad hay directores austriacos muy bien valorados, con Michael Haneke a la cabeza (aunque nacido en Munich), otros compatriotas suyos están llegando al público internacional gracias a sus interesantes propuestas, como es el caso de Stefan Rudowitzky, director de Los falsificadores (2007) primer filme de la patria de Mozart en ganar el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa, Jessica Hausner, responsable de títulos como Amour Fou (2014) o Little Joe que obtuvo en la última edición del Fesival de Cannes el Premio a la Mejor Actriz para Emily Beecham.

A los cines españoles ha llegado otro filme procedente de tan hermoso país en coproducción con Alemania, El vendedor de tabaco, dirigido por Nikolaus Leytner, un cineasta muy centrado en la televisión aunque comenzó a dirigir películas en los 80 continuando en los 90, una de ellas Ein Anfang von etwas (1995), protagonizada por el magnífico Christoph Waltz

En el caso de El vendedor de tabaco se trata de la adaptación del best seller escrito por Robert Seethaler y no hay que negar que uno de los alicientes es ver uno de los últimos trabajos del genial Bruno Ganz, fallecido el pasado mes de febrero. El actor suizo, quien interpretase a Adolf Hitler de manera asombrosa en la sólida El hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004), y del que se han estrenado varios de sus últimos filmes como The Party (Sally Potter, 2017), En tiempos de luz menguante (Matti Geschonneck, 2017) o La casa de Jack (Lars von Trier, 2018) se mete en esta ocasión en la piel nada menos que de Sigmund Freud. Con una caracterización asombrosa, su sabiduría interpretativa hace que cada escena en la que sale sea un auténtico placer y, además, un hecho de la vida del personaje ayuda a que se ubique más exactamente la acción de la película.

Centrada en un joven de diecisiete años que se ve forzado a trabajar en un estanco, el filme es a la vez una historia de aprendizaje vital y una crónica de la instauración del nazismo en Viena. En cuanto a lo primero, hay que decir que el trabajo del joven actor Simon Morzé es bastante notable. Sobre él recae el peso y la atención al dar a conocer sus cuitas familiares, laborales y amorosas. Leytner sabe sacar la expresividad justa del actor ya que su vida esta llena de vacíos y en ella las fantasías relacionadas con el erotismo, o, sobre todo, acciones impulsivas que desearía hacer en momentos concretos y dificultosos, tienen mucha importancia.

El mundo onírico está muy presente y es lo que hace que conecte con Freud más, ya que le da varios consejos, como el de escribir los sueños en cuanto se despierte (quizás algunas escenificaciones de estos sueños sean algo chocantes con respecto al tono narrativo general del filme . 

El terreno amoroso también está mostrado con el contraste entre el placer y el enamoramiento con el dolor a raíz de beber los vientos por una chica que no le corresponde como debiese pero donde las circunstancias aprietan.

Es muy significativa, como se ha mencionado escuetamente antes, cómo, por pequeños detalles, se muestra la llegada e imposición del nazismo: símbolos en edificios, persecución a los judíos o cambios en la temáticas de chistes en un espectáculo son sólo algunos ejemplos y que, básicamente, se basta con el microcosmos del estanco y sus alrededores para plasmar la llegada del horror, que estremece, por las consecuencias en varios personajes y, sobre todo, el saber la barbarie que llegaría poco tiempo después, ya que muestra únicamente los albores de esa otra era del terror.

Con una correcta ambientación, El vendedor de tabaco nos muestra cómo un joven pasa a ser un hombre a base de palos que da la vida y cómo un mundo se va transformando fatídicamente. Es por eso que, esos sueños a veces sin sentido plasmados en papel y aún más cuando acaba la película uno hubiera deseado que fueran la verdadera realidad.  

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