viernes, 24 de octubre de 2014

Y el hielo se derritió

                             CRÍTICA TEATRAL: LA PUNTA DEL ICEBERG

El tema de la crisis puede abordarse de muchas maneras pero el enfoque y el desarrollo marcan la diferencia y el dramaturgo canario Antonio Tabares dio en 2011 con La punta del iceberg (en el Teatro Lope de Vega de Sevilla hasta el domingo) una bofetada de realidad que cobra aún más sentido con la situación que estamos viviendo actualmente. Basada en unos hechos reales que impactaron a la sociedad global, la investigación de unos suicidios en una multinacional se convierte en mucho más gracias a la combinación de varios elementos, que hacen a esta producción de Teatro de la Abadía de obligada visión para captar todos sus matices

Para empezar, el trabajo de los actores, donde se nota, no sólo la profesionalidad de todos ellos, sino también la precisa dirección escénica de Sergi Belbel. La trama no sólo se detiene en los sucesos investigados sino también en el estudio psicológico de los personajes, incrementado por el uso de una simbólica escenografía y un vestuario acorde con lo que desean a transmitir.
Nieve de Medina y Eleazar Ortiz en un momento de la obra. Ros Ribas

Me propongo ahora a detallar mejor lo expuesto arriba: Durante la obra se ve clarísimamente la evolución del personaje encarnado por Nieve de Medina. Pasa de tener una actitud muy profesional y de enorme frialdad (con la impresión inicial de ser una intrusa en esas oficinas blancas y con empleados de trajes grises, de ahí que esa idea se incremente con un vestido de un color totalmente opuesto a los que predominan en la multinacional) a resquebrajarse profesional y sentimentalmente con la intervención, sobre todo, de los personajes encarnados por Luis Moreno y Pau Durá.

Todos los personajes aportan matices que afectan al devenir de la investigación y al carácter de la protagonista: El trabajador encarnado por el veterano Chema de Miguel le trae a ella muchos recuerdos felices y la oficinista interpretada  por Montse Díez da los matices de inseguridad y fragilidad que hacen intuir un comportamiento posterior. Mientras, el jefe interpretado por Eleazar Ortiz se convierte en una presencia física desde principio pero luego se le menciona constantemente, por lo que se denota la habilidad del autor porque, al mostrárnoslo en la primera escena, ya sabemos cómo es y todo nos casa cada vez que es nombrado por los empleados cuando está ausente.

Lo que muestra La punta del iceberg es un acertadísimo y minucioso retrato económico-social y emocional de primer orden donde hasta los poderosos tienen su propio infierno profesional y personal, muy bien mostrado en la última escena, que no detallo para que el espectador vaya a verla.

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