jueves, 24 de noviembre de 2016

"Marat-Sade": Gran fuerza interpretativa y visual

Reconozco que ver por primera vez Marat-Sade ha sido todo un impacto. La famosa obra de Peter Weiss se ha montado varias veces en España pero la versión que anoche representó Atalaya en el Teatro Lope de Vega (donde permanecerá en cartel hasta este domingo) es, repito, el primer montaje que he visto, y la experiencia no ha podido ser más gratificante. Ricardo Iniesta ha hecho una versión del texto, que, sin dejar de transmitir mensajes importantes y contundentes, se entiende de principio a fin y la puesta en escena es impecable.

Esta obra es un referente en muchos aspectos pero, por destacar uno que considero importante, es una de las que mejor han utilizado el recurso del teatro dentro del teatro y el grupo de actores de Atalaya hace un trabajo muy completo, coherente y cohesionado para que los espectadores nunca dejen de ver que son unos locos los que están recreando un episodio de la Revolución Francesa, el período que culmina con el asesinato de Jean-Paul Marat

Iniesta ha acertado en el tono y en la estética del montaje plenamente, porque si se piensa en el Marques de Sade y en un manicomio a comienzos del siglo XIX, se vienen imágenes automáticamente de condiciones pésimas de mantenimiento, suciedad y métodos nada complacientes para tratar a los pacientes. Todo eso está reflejado a la perfección gracias al espacio escénico del propio Iniesta, con esas telas multiusos y con varios significados, a la portentosa iluminación de Alejandro Conesa, que ayuda a crear ambientes de todo tipo, algunos con un tono terrorífico que se quedan grabados en la retina, porque los distintos tonos de luz están encajados en el momento que corresponde, y al vestuario de Carmen de Giles muy acertado para vestir a un grupo de locos. Además, las vestimentas tienen matices de colores que complementan la creación exterior del personaje, por lo que es otro ejemplo de su buen ojo con las telas y los colores.
Un gran momento colectivo de la obra. Curro Cassillas
La acción de la obra se sitúa quince años después de los acontecimientos que se recrean en la obra de teatro que se representa en el manicomio. Eso hace que todo lo representado en escena tenga un carácter especial porque, por ejemplo, algunos personajes que salen en escena ya están muertos pero el Marqués de Sade no sólo dirige, sino que interviene en la obra siendo el contrapunto ideológico al personaje de Marat (un Jerónimo Arenal que parece transmutado en el personaje que interpreta), ya que vivió los acontecimientos narrados directa o indirectamente. Aquí ya empezamos con las interpretaciones y Manuel Asensio se erige como un Sade perfecto. Gracias al trabajo que hace vemos al personaje que se regodeaba en la muerte y en el sufrimiento con, además, un lenguaje escatológico con el que también se le relaciona y Asensio da todos esos matices en su gran interpretación.

Por otro lado, el resto de actores que realizan la doble pirueta de interpretar a un loco que da vida a un personaje lo hace con un dominio de la voz y del movimiento corporal y, sobre todo, nunca hace olvidar al público que están locos en ningún momento. Carmen Gallardo está maravillosa como presentadora (y apuntadora de la obra) con una maestría que la hace más grande de lo que ya es como actriz. Los matices de su personaje, como sus aplausos cuando presencia "una ejecución" o el equívoco al decir el día de la visita de Carlota Corday cuando ésta asesinó a Marat, donde hace algo al salir de escena que hay que verlo, agigantan su composición.

Silvia Garzón dota a su interpretación de elementos que favorecen su doble papel de loca-Carlota Corday. Su narcolepsia proporciona momentos cómicos porque tiene que seguir despierta y se intenta lograrlo de muchas maneras. Además la escena con el cuchillo es de gran belleza e inquietud por el manejo entre violento y poético que hace con él y el recuerdo de un sueño sobre una ajusticiamiento por guillotina lo cuenta con una verdad que parece que lo ves, estableciéndose un juego interesante porque se recurre a la característica del personaje antes mencionada y te hace plantearte si lo que describe lo soñó porque lo vivió o no.

Raúl Vera como el sanguinario Roux es todo un terremoto interpretativo en escena. Sus apariciones son muy potentes, creando con su composición, las luces en esos momentos, y la escenografía momentos que dan literalmente miedo, porque, de nuevo el carácter del loco se refleja en el personaje que interpreta en la función, pero, además es el personaje que dice grandes verdades en su aparición final y que se contrapone con lo que canta el coro en esos momentos. La intensidad que le da Vera es la justa y necesaria para transmitir lo que el personaje requiere, ya que es un claro representante de aquel período del Terror.

Por su parte Raúl Sirio interpreta a Duperret con un acertado matiz cómico relacionado con el sexo y que se ejemplifica en la escena con Silvia Garzón, donde se muestra a un ser movido por sus bajos instintos. María Sanz hace una sobrecogedora Simone con una expresión facial entre la tristeza y el espanto que va como anillo al dedo y Lidia Mauduit hace una correcta composición de Rosignol pero todos, absolutamente todos, muestran la locura en escenas colectivas o individuales muy veristas. Finalmente, Joaquín Galán mantiene en su interpretación de Coulmier seriedad y severidad acorde con su papel y devuelve a la "realidad" a los espectadores, dejando claro que, lo que se ve es teatro.
Manuel Asensio entre las telas, un gran acierto de la puesta en escena. Curro Cassillas.
Las canciones y los coros son un primor, con letras que completan la información al espectador y ahí sus componentes ejemplifican su doble papel de narrador y voz del pueblo con total verosimilitud.

Por todo lo dicho, tras ver este montaje de Marat-Sade, y, habiendo visto con anterioridad los excelentes montajes de Celestina. La Tragicomedia y Madre Coraje, sólo puedo decir: GRACIAS, ATALAYA.    

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