El estreno de Expediente Warren. The Conjuring en el año 2013 dio un soplo de aire fresco al cine de terror. James Wan (impulsor, como director y luego como productor, de otras dos sagas dentro de este género: Saw, que tiende mas al gore, e Insidious, que también trata el tema de los espíritus malignos) creó un universo que se ha ido expandiendo. En esa primera película basada en los casos del matrimonio Warren, había una muñeca que, no es que diese miedo, es que directamente acojonaba con sólo verla. Pues bien, la película que trata esta crítica se centra en el origen de esa muñeca.
La película se puede decir que es la precuela de otra precuela, Annabelle (John R. Leonetti, 2014), la primera en centrarse en ese juguete nada inocente que no fue bien recibida y que admito no haber visto. Pero hablando propiamente de Annabelle: Creation puedo afirmar que he pasado auténtico miedo como espectador. El filme de David F. Sandberg (un director curtido en el cortometraje que debutó en el largometraje con Nunca apagues la luz, estrenada el año pasado y también producido por James Wan) con guión de Gary Dauberman (guionista de la citada Annabelle y de la exitosa It de Andy Muschietti), está repleto de lugares comunes dentro de este género como las habitaciones cerradas que no deben abrirse o las apariciones sorpresa en plena oscuridad y cuando reina el silencio.
Sin embargo, Sandberg maneja muy bien todos los elementos, creando una atmósfera idónea para la historia que se va a contar y dando el protagonismo a niñas y adolescentes. En este sentido, hay que destacar sin duda al personaje interpretado por la jovencísima actriz (acaba de cumplir doce años) Lulu Wilson quien demuestra más valentía que los adultos y sus compañeras más mayores. En el apartado actoral se agradece la presencia de dos actores con sobrada calidad como Anthony LaPaglia, el inolvidable Jack Malone de la serie Sin Rastro (2002-2009), y Miranda Otto, a la que descubrí interpretando a Eowyn en El señor de los anillos: Las dos torres (Peter Jackson, 2002) y El señor de los anillos: El retorno del Rey (Peter Jackson, 2003). Ambos son piezas clave para conocer el origen de Annabelle, que no destripo.
Sin embargo, Sandberg maneja muy bien todos los elementos, creando una atmósfera idónea para la historia que se va a contar y dando el protagonismo a niñas y adolescentes. En este sentido, hay que destacar sin duda al personaje interpretado por la jovencísima actriz (acaba de cumplir doce años) Lulu Wilson quien demuestra más valentía que los adultos y sus compañeras más mayores. En el apartado actoral se agradece la presencia de dos actores con sobrada calidad como Anthony LaPaglia, el inolvidable Jack Malone de la serie Sin Rastro (2002-2009), y Miranda Otto, a la que descubrí interpretando a Eowyn en El señor de los anillos: Las dos torres (Peter Jackson, 2002) y El señor de los anillos: El retorno del Rey (Peter Jackson, 2003). Ambos son piezas clave para conocer el origen de Annabelle, que no destripo.
El ritmo de la película es el adecuado, ya que va poco a poco para llegar al tramo final con todo el mal campando a sus anchas en un descontrol controlado que mantiene el pulso en todo momento sin decaer. También es de agradecer para los fans las referencias visuales y argumentales de otras zonas de ese universo del que hablé al principio, con lo que demuestra lo bien conectado que está todo. De hecho recomiendo que se queden hasta el final de los créditos ya que hay una escena extra que indica en qué se centrará la próxima película de esta terrorífica franquicia que, si bien no oculta todo lo que le debe, como muchas otras películas de terror, a esa obra maestra que es El Exorcista (William Friedkin, 1973) consigue que el público se encoja, grite y se estremezca en la oscuridad de la sala de cine.
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