Se ha conseguido. La continuación de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) es una de las películas del año y un ejemplo de cómo contar algo que conecta directamente con lo que se nos mostró hace treinta y cinco años y, lo más importante, sin ver una repetición del filme original como suele ocurrir con muchas secuelas sobre todo del cine de terror, como Viernes 13, La noche de Halloween etc... donde el espectador ve más de lo mismo.
El gran acierto de Blade Runner 2049 es que la historia central va por derroteros distintos a los del filme de Scott (que en esta ocasión ejerce de productor), amplía su universo y, me atrevo a decir, con unas grandes posibilidades de que tenga una tercera parte. Lo primero que yo destacaría es la brillantez del guión firmado por Michael Green y, sobre todo, Hampton Fancher, también autor del guión del filme de 1982. Esto hace que lo que se cuenta no sea, como he dicho, repetitivo, sino que, por el contrario, engrandezca lo que ya conocemos, porque, aunque algunos de los personajes concebidos por Philip K. Dick en la novela que sirvió de base para el filme de los 80 (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) continúan, la historia es nueva, con reminiscencias importantes del primer filme.
La plasmación de ese mundo futurista es otra baza a favor, ya que se reconoce pero, como han pasado, si nos ceñimos a la línea temporal de la ficción, treinta años, ha habido una evolución, aunque mantiene esa atmósfera apocalíptica (a la que contribuye un grandioso diseño de producción y la espléndida fotografía de Roger Deakins, un veterano habitual en el cine de los Coen, que se merece el Oscar ya) y esa sociedad casi literalmente deshumanizada, como ejemplifica la naturaleza del personaje interpretado por Ana de Armas, todo un hallazgo en un guión donde cada personaje tiene su peso y, bajo mi punto de vista, ninguna escena está incluida al azar, ya que todas tienen una razón de ser y ahí hay que reconocer el mérito de Denis Villeneuve porque dirige con una seguridad que consigue una consistencia que no decae en las más de dos horas y media de metraje.
Villeneuve tiene una filmografía muy a tener en cuenta, ya que doy fe de que llevar a la gran pantalla Incendies (2010), sobre la obra de teatro de Wajdi Mouawad (que en España ha dirigido Mario Gas con un reparto encabezado por Nuria Espert y que pude ver) es todo menos fácil y títulos como Prisioneros o Enemy (ambas de 2013 y con Jake Gyllenhaal encabezando ambos repartos), demostrando además que sabía manejarse con soltura en la ciencia ficción con La Llegada (2016)
Como no me gusta destripar argumentos, diré que la búsqueda que emprende K (un correctísimo Ryan Gosling en racha y que está muy contenido) es algo que despierta el interés desde el primer momento y su encuentro con Rick Deckard (un Harrison Ford nada glamouroso, sino todo lo contrario, hastiado de la vida y con una existencia vacía) tiene unos componentes afectivos importantes y que animan a un segundo visionado para que el espectador se reafirme en una interpretación de lo que se revela en un momento determinante, aunque considero que lo exponen a las claras.
Dejando la historia aparte me descubro ante la gran galería de personajes que aparecen en esta película. Ver a Robin Wright siempre es una gozada y aquí muestra un aplomo y seguridad extraordinarios, y la villana que compone Sylvia Hoeks es de las que se quedan en el recuerdo, aunque no hace más que ser una obediente servidora de Wallace, el personaje que interpreta Jared Leto y que va más allá en sus intenciones creadoras que el Tyrel al que dio vida Joe Turkel en la primera película, del que es heredero directo (esto se explica con unas frases antes del inicio de la acción de la película que nos ocupa). Pero si he de quedarme con un personaje es el de la doctora interpretada por la actriz suiza Carla Juri, no sólo por su origen, la labor a la que se dedica y su situación personal, sino por la importancia que tiene en el desarrollo de la historia y en su desenlace.
Otro aspecto que me ha llamado positivamente la atención es la presencia (no sólo se les escucha sino que también se les ve) de mitos de la canción como Frank Sinatra o Elvis Presley (cuya inmortal canción Can't help falling in love) ayuda a crear una emocionante escena entre K y Deckard.
Blade Runner 2049 es, para los tiempos que corren, una joya del cine actual, porque tiene una solidez y una voluntad de avanzar y de ofrecer algo que no traiciona el material del que parte, en un terreno, la ciencia ficción, en el que es muy fácil pegarse el costalazo. Pero el filme de Villeneuve se mantiene en pie con una seguridad a prueba de todo. Yo no descarto verla otra vez.
totalmente de acuerdo y añado que el espíritu amoroso de vértigo planea sobre los recuerdos de Harrison ford
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el comentario que haces sobre la película, así iré a verla un poco preparada y fijándome en los detalles que has remarcado. No haces ningún comentario sobre la música, espero que sea tan magnífica como la de Vangelis en B.R. 2019. Gracias
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