Perder a un ser querido es una de las experiencias más dolorosas que el ser humano puede experimentar pero saber que, alguien al que se quiere profundamente, no tiene posibilidades de sobrevivir, hace que ese etapa en la que el enfermo se consume se convierta en un período de tiempo terrible. El cineasta sevillano Fernando Franco (con una prestigiosa carrera como montador que incluye títulos como Blancanieves, Alacrán enamorado o Que Dios nos perdone) se pone por segunda vez detrás de las cámaras tras el éxito de La Herida (2013) con Morir, la triste crónica de la muerte de un hombre joven y cómo su pareja afronta esa inevitable pérdida.
Morir es una película reposada, que no le hubiese venido mal menos lentitud narrativa pero considero que este mencionado ritmo está muy marcado por el director para que el espectador conviva con la pareja protagonista. La manera en que transcurren los acontecimientos es también destacable: Ambos intentan llevar con normalidad una terrible realidad sin incidir en elementos melodramáticos, sólo en el desenlace se produce un momento sobrecogedor donde él expresa sus miedos al ser consciente de su inminente final.
Fernando Franco vuelve a contar con la versátil actriz Marián Álvarez, Goya por La Herida, y curiosamente, la coloca profesionalmente al otro lado de un espejo porque Álvarez interpretó en la serie Hospital Central a una doctora que fallecía de un tumor incurable, creando una de las tramas más lacrimógenas de la serie. Por otro lado, con el personaje de Morir esta gran actriz da muestras de sus cambios de registro constantes, como demostró encarnando a una enloquecida asesina en La Ira (Daniel Calparsoro, 2009) que recreaba el funesto crimen de Betanzos o poniéndose en la piel de una triste y depresiva Matilde Solis en la miniserie La Duquesa II (Salvador Calvo 2011). Es muy significativa la postura que adopta en Morir sólo rota cuando se encuentra con un desconocido interpretado por Francesco Carril, un joven actor con una sólida base teatral (La moza del cántaro y La cortesía de España, ambas de Lope de Vega, además de El alcalde Zalamea de Calderón de la Barca, las tres en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, así como El mercader de Venecia y Noche de Reyes de William Shakespeare y que es un asiduo en las películas de Jonás Trueba como Los exiliados románticos (2015) y La Reconquista (2016).
El contrapunto masculino en Morir lo pone un contenido Andrés Gertrúdix (quien también estaba en La Herida) que ha trabajado a las órdenes de Ray Loriga en La pistola de mi hermano (1997) y Teresa, el Cuerpo de Cristo (2007) así como en otros filmes destacados como El Bola (Achero Mañas, 2000) o Piedras (Ramón Salazar, 2002). La forma en la que expone los síntomas de la enfermedad que padece es un ejemplo más de la contención que se mantiene en todo el filme.
En el apartado de sorpresas agradables se encuentra el ver al genial actor Pablo Gómez-Pando interpretando a un compañero de trabajo de Álvarez. Este joven es otro prodigio y le he visto en varias producciones de Teatro Clásico de Sevilla (Don Juan Tenorio, El Buscón, La Estrella de Sevilla y Hamlet donde era una gozada verlo encarnar al inmortal personaje creado por Shakespeare.
Morir es una historia triste y desoladora a lo que contribuye el trabajo de Santiago Racaj como director de fotografía y es un golpe de realidad dado con todas las fuerzas.
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