Ante los golpes que da la vida, casi siempre sin avisar, la forma de afrontarlos define en muchas ocasiones a la persona que los recibe, sin olvidar en absoluto a los que la rodean y quieren. Andy Serkis, famoso por su habilidad para realizar la captura de movimientos para seres generados por ordenador, como el Gollum de la trilogía El señor de los anillos y El hobbit: Un viaje inesperado (Peter Jackson, 2001, 2002, 2003, 2012) o el simio César en las precuelas de El planeta de los simios, tiene esto muy presente en su debut como director de largometrajes, Una razón para vivir.
Basada en hechos reales, Serkis aborda una historia dura y tierna a partes iguales al narrar la historia de Robin y Diana Cavendish. Antes de entrar en el argumento hay que mencionar que el guión, escrito por William Nicholson (con títulos en su carrera como Tierras de penumbra, Gladiator o Los Miserables) está avalado por el hijo del matrimonio protagonista (también productor del filme) como homenaje a ellos. La vida de ambos cambiará radicalmente cuando él sufre poliomielitis y se ve obligado a estar en una cama con respiración artificial para siempre (de ahí que el título original de la película, Respirar, tenga un mayor sentido). Desde ese momento la película se centra en el deseo de él de no dejarse vencer y el apoyo incondicional de su esposa, aunque con un duro tramo final.
La película también muestra cómo un invento auspiciado por él consigue mejorar las condiciones de vida de personas aquejadas de esa misma enfermedad y todo lo que logra y no es nada edulcorada a la hora de reflejar la vida de Robin, cuyo tramo final con una decisión dura y trascendental, recuerda inevitablemente a Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004) y no especifico más porque, al mencionar este título, ya se pueden imaginar por dónde va un servidor.
El filme supone un paso bien firme para la carrera de los dos actores que dan vida a los Cavendish. Andrew Garfield, que se reveló para un servidor con La red social (David Fincher, 2010) y que ha pasado con nota el paso por el blockbuster (las dos películas de The Amazing Spiderman), además de trabajar con cineastas de renombre como Robert Redford (Leones por corderos, 2007) o Martin Scorsese (Silencio, 2016) y que ya cuenta con una nominación al Oscar por la potente (y también dando a un personaje real) Hasta el último hombre (Mel Gibson, 2016), da lo mejor de sí en su encarnación de Robin, demostrando la seriedad con la que se ha tomado este papel, por su capacidad de expresar con su rostro y su voz todo tipo de emociones. Por su parte Claire Foy, muy popular por encarnar a la joven Isabel II en la serie The Crown, por la que ganó el Globo de Oro, se convierte en aún más protagonista de la historia por el amor incondicional de su personaje hacia el de su marido, complemntándose muy bien con Garfield pero arrebatándole el protagonismo.
La película cuenta con un conjunto de secundarios de lujo populares para el gran público gracias a su intervención en famosas series: Hugh Bonneville y Ed Speleers (Downton Abbey) dando vida a amigos incondicionales de Robin y Diana o Diana Rigg y Dean-Charles Chapman (Juego de Tronos) interpretando a una benefactora y al hijo de los Cavendish respectivamente.
La circunstancia de que el ataque de poliomielitis ocurra mientras los protagonistas están en Kenia da para que varias escenas recuerden poderosamente (avioneta incluida) a Memorias de África (Sydney Pollack, 1985) donde la fotografía del triple ganador del Oscar Robert Richardson juega un papel fundamental para dotar de belleza ese pasaje de la película que se columpia bastante a la hora de reflejar a los españoles (mezcla tópicos de una manera muy evidente).
A un servidor le ha costado escribir esta crítica por ciertos temas delicados que se tratan en la película que le afectan en gran medida, pero las interpretaciones de la pareja protagonista son de tal nivel que no podía dejarla pasar.
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