domingo, 17 de diciembre de 2017

"Sueño": El final del camino

La muerte, aunque sea obvio decirlo, forma parte de la vida, así como la mezcla de situaciones cómicas y dramáticas a lo largo de la misma. Con Sueño el director Andrés Lima trata todo lo mencionado en su segundo montaje para Teatro de la Ciudad, tras la brutal Medea que protagonizaron Aitana Sánchez- Gijón y el propio Lima.

Con el punto de vista puesto en pasajes de la conocida obra de William Shakespeare El sueño de una noche de verano (que un servidor vio en escena gracias al montaje que realizó el maestro Miguel Narros y que estrenó precisamente en Sevilla en el año 2003) Lima vuelve al universo del célebre autor británico (tras propuestas tan estimulantes como Tito Andrónico o Los Mácbez) para montar su obra más personal y , en una modesta opinión, más arriesgada.
Un instante de Sueño                                                                                                                            Luis Castilla El Norte

Sueño es un montaje lleno de contrastes: tristeza y alegría, amor y desamor, muerte y vida. El viaje que se propone al espectador ahonda en la dureza del final de una vida para la propia persona y sus familiares y la alegría que suscita la evocación de recuerdos llenos de pasión, sufrimiento y sensualidad. Todo ello es mostrado de una manera muy particular, tanto que quizá la conexión de la realidad con la citada obra de Shakespeare podía haberse mostrado de una manera más contundente. Eso no quita que se valore la valentía de la propuesta y el trabajo de los actores, todos ellos entregados en cuerpo y alma a unos desdoblamientos de personajes que inciden en el mencionado juego de contrastes que contiene Sueño.

Nathalie Poza compone al hijo del protagonista con una convicción tal que no hace falta preguntarse la razón por la que interpreta a un hombre, mientras que está arrebatadora en la piel de Helena y protagoniza uno de los mejores momentos de la función cuando entona la célebre canción Wuthering Heights (Cumbres borrascosas) de Kate Bush, introduciendo el espíritu de la obra maestra de Emily Bronte y haciendo un divertido guiño a la necesidad de conocer idiomas.

Chema Adeva compone a un padre al final de sus días que revive gracias a los recuerdos, con toda la dureza añadida de la senilidad del personaje y una transformación que sólo el plano de la fantasía permite en el que Ainhoa Santamaría asume el papel de Demetrio así como, en la realidad, el de una prostituta desdentada que provoca ternura y risas. María Vázquez juega con su origen gallego para deleitar con unos pasajes cómicos en la recreación de la obra de Shakespeare con un personaje que podría ser Hermia pero que, en su lugar, se entremezcla con una mujer del pasado del personaje de Adeva, como le ocurre a él mismo. Laura Galán por su parte ofrece al espectador un ramillete de personajes que son de todo menos fáciles, un reto del que la actriz sale muy airosa.

Todo ello complementado con la contundente iluminación de Valentín Álvarez, esencial para las transiciones entre la realidad y los pasajes de recuerdos y fantasías por los que transita la obra.

Sueño es, valga la redundancia, una ensoñación que complementa un pasaje tan duro de la vida como es la pérdida de un ser querido que han podido contemplar todos los espectadores que se han acercado al Teatro Central de Sevilla

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