lunes, 27 de agosto de 2018

"La música del silencio": Vive por ella

En el cine las vidas de los artistas, de, prácticamente, todas las disciplinas, han constituido de por sí un género propio, el denominado biopic. En muchas ocasiones éste ha sido una excusa para recrear una época histórica determinada y siempre con algunas licencias o inexactitudes más o menos perdonables. 

Ahora llega a las pantallas españolas La música del silencio, que cuenta la vida del tenor Andrea Bocelli. La película, dirigida por Michael Radford, responsable de estimables títulos como El cartero y Pablo Neruda (1994) o El mercader de Venecia (2004) está basada en una autobiografía del propio Bocelli con un título  de clara evocación sesentera, concretamente de la famosa canción de Simon & Garfunkel The sound of silence, que popularizó la película El Graduado (Mike Nichols, 1967). 

Lo que se puede decir es que es un filme correcto con una primera hora bien contada pero carente de emoción salvo momentos puntuales. Bien es verdad que los hechos que llevan al cantante a la ceguera antes de la adolescencia son contados sin demasiados subrayados dramáticos para tratar algo que ya de por sí es traumático para cualquiera. La película tiene elementos del denominado cine de superación, ya que es admirable cómo sacó sus estudios adelante. Pero lo cierto es que le falta la pegada de títulos como El milagro de Ana Sullivan (Arthur Penn, 1962) o Mi pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989). 

La música del silencio alza algo el vuelo desde la segunda mitad de la película, cuando empieza el cantante a actuar en la sala Boccaccio 70 y entra en escena Elena, la que sería su primera esposa interpretada por Nadir Caselli. Su sonrisa y actitud ilumina cada escena en la que aparece. Sobre el joven Toby Sebastian (recordado por interpretar a Trystane Martell en Juego de Tronos) se puede afirmar que ha sido una acertada elección porque físicamente hay momentos que parece el auténtico Bocelli, quien, por cierto, en la película se llama Amos, como uno de sus hijos. Un servidor, como amante de la música, disfrutó con los momentos en que el personaje central entona (vía doblaje) temas conocidísimos de óperas como Nabucco de Verdi (el coro de esclavos), La Traviata de Verdi (el brindis) o Tosca de Puccini (E lucevan le stelle) así como la canción O sole mio. Estos momentos levantan el interés de una película narrada de una manera algo convencional que va sobre seguro y no arriesga prácticamente nada.

En el apartado interpretativo no se debe obviar el correcto trabajo de Jordi Mollá como el padre de Amos /Andrea y sobre todo, de Antonio Banderas, el profesor español que forma de manera correcta al tenor con sus técnicas y consejos. A un servidor, si no anda mal informado, le parece que este personaje es una licencia con respecto a la historia real. Porque de quien Bocelli recibe clases es del afamado tenor Franco Corelli, no de un profesor español que dio clases a Corelli como se afirma en la película pero bueno, no tiene nada que ver con la interpretación de Banderas demostrando su veteranía en estas lides.

La película finaliza de manera abrupta tras el éxito de Bocelli con Zucchero y el Miserere, saltando a imágenes y palabras del Bocelli real y sonando en los títulos de crédito finales la famosa canción Con te partiró, uno de los grandes temas por los que siempre será recordado. Un servidor quiere creer que no va más allá porque da por supuesto que el público conoce sobradamente la trayectoria profesional y menos su niñez e inicios en la música por la que Andrea Bocelli vive como afirma en la canción que da título a esta crítica. 

La música del silencio es una película bien realizada pero, como se ha dicho antes, demasiado convencional. Esa corrección, que otros biopics se han saltado, hace que no llegue a ser todo lo interesante que podía haber sido, aunque está hecha con buenas intenciones.    

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