miércoles, 29 de agosto de 2018

"Rodin": Más ladrillo que yeso

Ir advertido negativamente sobre algo no es motivo para no ir a verlo, pero un servidor tiene que afirmar que lo experimentado viendo la película Rodin superó, para mal, sus expectativas. Este biopic de época sobre el célebre escultor Auguste Rodin dirigido por Jacques Doillon es soporífero y lento hasta la extenuación, con episodios con elipsis abruptas y unos diálogos en torno al proceso creativo que rozan la pedantería. 

Un servidor le tenía ganas a esta película ya que los biopics sobre artistas y sus creaciones, además de tribulaciones personales, siempre le han interesado teniendo en el top 10 a la magistral Amadeus (Milos Forman, 1984) o El tormento y el éxtasis (Carol Reed, 1965) y El loco del pelo rojo (Vincente Minnelli, 1956), estas dos últimos basadas en biografías noveladas de un mismo autor: Irving Stone. Además Rodin suponía el primer acercamiento que un servidor hacía al universo del escultor y su compañera sentimental, la también escultora Camille Claudel ya que no ha visto las dos aproximaciones previas a ese mundo: La pasión de Camille Claudel (Bruno Nuytten, 1988) con Isabelle Adjani y Gérard Depardieu y Camille Claudel. 1915 (Bruno Dumont, 2013), con Juliette Binoche

Como no es justo que se hagan comparaciones con algo que no se ha visto, un servidor vuelve a lo que ha sentido viendo Rodin. La película peca de trascendental cuando el ritmo narrativo es casi nulo, siendo no ya aburrida sino tediosa y eso que los franceses haciendo películas de época son en general muy buenos como muestra La reina Margot (Patrice Chereau, 1994) o Todas las mañanas del mundo (Alain Corneau, 1991). En el caso de Rodin, Doillon opta por un tono austero casi documental pero sin alma ya que hace como si la cámara entrase en el taller del escultor para filmar mientras éste trabaja, porque eso es lo que se ve la mayor parte del metraje.
Ver trabajar al escultor es interesante de entrada pero la manera en que están rodados esos procesos hacen que los problemas que, por ejemplo, tuvo con la estatua de Balzac, importen poco o nada a medida que se visiona el filme. De igual modo los actores escogidos no es que hagan mal su trabajo pero, en primer lugar, la química entre Vincent Lindon e Izia Higelin (quienes dan vida a Rodin y Caudel) es prácticamente nula teniendo escenas supuestamente pasionales que se ven como si se viese llover.

La película, eso sí, no deja de lado temas importantes como el carácter agrio del escultor y su tempestuosa relación con las mujeres, modelos que posaban para él incluidas, además de hijos no reconocidos, una joyita como persona, vaya. El trabajo individual de Lindon no se puede calificar de malo. Un servidor lo achaca a cómo ha sido dirigido, haciendo que el personaje languidezca como el resto de la película, con una fotografía muy apagada rozando lo deprimente a cargo de Christophe Beaucarne.

Es una pena que esta sea la última película estrenada hasta la fecha de Jacques Doillon, (también autor del guión) un veterano cineasta con títulos destacados en su filmografía  como Un saco de canicas (1975) de la que se hizo recientemente un remake, o Ponette (1996) un lacrimógeno drama donde la niña protagonista se convirtió en la más joven ganadora de la Copa Volpi en el Festival de Venecia. Sin embargo, por lo expuesto Rodin es una obra llena de carencias que parece un trampantojo: Bajo la apariencia exterior de un profundo biopic de época se esconde una película lánguida.

Siempre un servidor aclara que lo expuesto es su visión y experiencia personales ante el visionado de la película en cuestión. No quiere decir que a otras personas no les guste, de ahí la subjetividad que prevalece en todas las artes.

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