jueves, 25 de octubre de 2018

Helena Alonso: "La musicoterapia es una disciplina complementaria a los tratamientos tradicionales"

Helena Alonso (Oviedo, 1986) es una joven inquieta y apasionada de su trabajo. Formada como soprano, también es profesora de música y musicoterapeuta, disciplina que tiene el objetivo de mejorar la calidad de las personas a través de la música y los sonidos. Su implicación por dar a conocer la musicoterapia es absoluta. De hecho es Vicepresidenta de ADIMTE (Asociación para el desarrollo y la investigación de la Musicoterapia).

El Rinconcillo de Reche habló con ella sobre esta beneficiosa disciplina y de su trayectoria artística, recordando un momento muy especial para ella además de conocer sus gustos en distintos terrenos culturales. Pasen y lean.

Pregunta: ¿Qué le hizo interesarse por la musicoterapia?

Helena Alonso: Pues el primer impulso fue una experiencia personal y familiar. Cuando yo tenía más o menos catorce años a mi abuela paterna le diagnosticaron Alzheimer. Vivimos durante diez años el progresivo deterioro de la enfermedad y pude comprobar el poder de la música. En los últimos meses estaba totalmente con los ojos cerrados, sin comunicarse con nadie. Mi abuela es de la parte de Aragón, Navarra, La Rioja, la zona donde se canta la jota y ella lo hacía muy bien. Pues una de sus hijas, mi tía, las cantaba con ella hace años y cuando venía a visitarla le cantaba jotas y mi abuela despertaba: su cuerpo se abría, su pecho se expandía, recuperando su voz a pleno pulmón. Cuando acababa la jota volvía a como estaba antes. Esto no se puede llamar musicoterapia pero era un evidente ejemplo del poder de la música y si eso beneficiaba a mi abuela podía hacerlo con cualquier persona y mejorar su calidad de vida.

P.: Es una experiencia que es lógico que marque y que le hiciese reflexionar...   

H.A.: Así es. Además. yo, como profesora, siempre he considerado a la música como una forma de vida, no como una materia que hay que enseñar. Yo pienso que con la música se puede vivir mejor y más feliz en comunidad, siendo mejores personas. Siempre ha existido en mí una visión sociológica de la música.

P.: Como profesional de la musicoterapia ¿cómo definiría esta especialidad a la hora de aplicarla?

H.A.: El término "musicoterapia" es aún bastante desconocido. Estamos luchando mucho. En España hay varias asociaciones. Diez de éstas, entre ellas ADIMTE, forman parte de las AEMTA-EMTC (Asociaciones pertenecientes a la Confederación Europea de Musicoterapia). Ademas, algunas de ellas formamos parte de la FEAMT (Federación Española de Asociaciones de Musicoterapia). A nivel internacional, además, existe la World Federation of Music Therapy. Desde todos estos lugares se intenta divulgar bien y subsanar errores con respecto a la musicoterapia. La mencionada World Federation of Music Therapy la define como el uso de los elementos de la música (el ritmo, la melodía y la armonía) con objetivos terapéuticos y por parte de un profesional cualificado y preparado. No puede ejercerla un músico o un profesor de música. Los objetivos son amplísimos y el tipo de usuario, paciente o cliente también. Se puede usar desde la etapa prenatal, para afianzar vínculos entre los padres y las madres con el feto, hasta la última etapa de la vida, ayudando en los cuidados paliativos. Puede parecer idílico decir que funciona con cualquier persona, pero es cierto.

Lo que sí quiero aclarar es los musicoterapeutas se suelen especializar en un colectivo determinado o con unas características específicas. Como disciplina abarca objetivos de tipo emocional, físico, psicológico, afectivo, fisiológico o cognitivo. Dependiendo del paciente se trabaja de una manera más individual e incluso interdisciplinar con otros profesionales de la fisioterapia, la medicina o la psicología... Se suele personalizar un tratamiento específico con la persona para poder tratarla de la manera más completa posible.

Uno de los errores más divulgados es calificarla como terapia alternativa, como es definida en varios sitios. Luchamos mucho por aclarar este concepto. Lo alternativo se suele asociar como otra opción a la medicina tradicional y nosotros no pretendemos sustituir medicamentos ni a profesionales de la medicina. Es una disciplina terapéutica complementaria a los tratamientos tradicionales.

P.: El hecho de que para ser musicoterapeuta haya que hacer un máster, en su caso de tres años, ya le da más seriedad al tema...     

H.A.: Sí. Los requisitos para formarse como musicoterapeuta en España, según la Comisión de Acreditación Española de Musicoterapeutas, obligan actualmente a realizar un máster con un número determinado de horas entre teoría y práctica, concretamente seiscientas.  El problema que existe actualmente es que es una disciplina que se está poniendo de moda, y comienzan a proliferar cursos que te garantizan profesionalizarte en esta disciplina sin cumplir los requisitos mencionados. Eso da como resultado una mala formación y, por lo tanto, una mala práctica de la musicoterapia. La cuestión es que la música no es inocua y por eso existe la musicoterapia. Puede beneficiar mucho pero mal ejercida puede hacer mucho daño, obteniendo unos resultados opuestos. Lo que queremos es mejorar la calidad de vida y con eso no se puede jugar.

P.: ¿Cómo es específicamente el método de trabajo?

H.A.: Existen diferentes modelos de musicoterapia, cada uno de los cuales requiere una especialización concreta. Hay un poco de variedad a la hora de trabajar esta disciplina. Existe otra denominada sonoterapia basada en los sonidos y en las vibraciones, usando por ejemplo los cuencos tibetanos. A veces la musicoterapia absorbe aspectos de esta disciplina porque al fin y al cabo la música es sonido. Yo trabajo mucho con el timbre del sonido porque aporta identidad a éste y, por lo tanto, a las personas. Otra de las creencias erróneas relativas a la musicoterapia es que siempre se trabaje con la música clásica.

Los beneficios de la música clásica vienen derivados del hecho de que es compleja y ofrece muchas posibilidades que no da la música ligera. Además mucha parte de la música clásica es instrumental y quitarle la palabra y la voz nos ayuda más para entrar en el subconsciente de las personas, ya que la  palabra y el texto el cerebro lo reconoce en la parte racional, consciente, y la música pura instrumental lo hace el inconsciente.

El primer paradigma de la musicoterapia es trabajar con la identidad de la persona que tienes delante, que nosotros denominamos identidad sonora. Ello implica cómo ha sido la historia musical de esa persona y cuál es su inconsciente musical y sonoro. En ocasiones no tiene mucho sentido que se emplee música clásica con una persona que no ha tenido ningún contacto con ella. Lo que se hace es trabajar con las músicas que esa persona ha escuchado durante su vida. De hecho, previa al trabajo, hay una entrevista con el paciente y sus familiares para conocer ese aspecto y trabajar con sus propias músicas. Algunas de ellas pueden ser en vivo hechas por el musicoterapeuta o por el paciente, por ambos o en grupo. 

P.: Me gustaría que ahondase un poco más en tema de la especialización    

H.A.: Existen varias maneras de hacerlo. Uno puede especializarse dependiendo de los devenires de la vida o por la propia identidad y lo que a uno le mueve. En mi caso concreto me he especializado en los temas  que tienen que ver con la voz y todos los procesos relacionados con ella, el timbre o la identidad. Me interesan mucho porque yo misma los he vivido a nivel personal y profesional, por lo que, a base de subsanarlos en mí misma, me he hecho fuerte en ese campo. También he trabajado con personas con trastorno del espectro autista, sobre todo niños, también con niños con parálisis cerebral o que padecen las denominadas enfermedades raras, con trastornos graves y desconocidos. 

En el último año me he centrado, además, en trabajar con personas con problemas respiratorios y mi trabajo final del máster lo centré en los actores, a los que la musicoterapia ayuda a desarrollar la creatividad, un factor que las personas que se dedican a este trabajo necesitan. Incluso esa herramienta sirve como terapia porque los actores conviven veinticuatro horas con muchas emociones. Se meten en situaciones imaginarias donde el límite con la realidad es muy tenue y trabajan con emociones convulsas que les cuesta gestionar. Por ello ideé un método de trabajo para proporcionarles equilibrio emocional en su vida personal y así desarrollar mejor su faceta profesional.

P.: Precisamente algunos métodos interpretativos han demostrado ser productivos a nivel creativo pero que repercuten negativamente a nivel personal... 

H.A.: Exacto. Algunos de esos métodos requieren un soporte psicológico complementario, porque se remueven muchas cosas y se abren cajas de Pandora, igual que con un músico. Remover cosas internas sucede con frecuencia. Para atenderlas adecuadamente existen la dramaterapia y el psicodrama. Hay que cuidar los canales que se abren terapeuticamente. Yo trabajé  bajo un paradigma científico, un modelo experimental. Lo realicé con actores de la vertiente de William Layton, discípulos de José Carlos Plaza. Se trata de una corriente más racional, técnica, que busca las emociones desde otro lado. Hallé resultados curiosos porque los cuantitativos no coincidían con los cualitativos.

P.: A la hora de impartir musicoterapia ¿existen lugares específicos especializados? 

H.A.: Sí que los hay. La mayor parte de nosotros, los musicotepeutas, trabajamos de manera autónoma. Algunos trabajan en clínicas de fisioterapia, ayudando a la rehabilitación  física, muchos en clínicas de psicoterapia, de logopedia etc. Después también se trabaja mucho con Asociaciones de Pacientes como la Asociación de Parkinson de Madrid, que tiene varios en nóminas. También se trabaja en hospitales, muchas veces por proyectos esporádicos que consiguen financiación pública o privada, y algunos están incorporando musicoterapeutas en sus plantillas. Esto sería musicoterapia clínica o sanitaria pero también existe la educativa que se lleva a cabo en entornos escolares para mejorar ciertas habilidades cognitivas pero que se diferencia bastante de una clase de música. También se aplica al ámbito social, para lograr la integración, por lo que se colabora en centros con trabajadores sociales. 

P.: Desde su experiencia personal ¿podría evocar un caso concreto que le haya llamado la atención por cómo ha evolucionado el paciente? 

H.A.: Más que uno en concreto lo que me sorprende de la musicoterapia es que suele partirse de una improvisación y el resultado es mejor de lo que esperas. Las sesiones se preparan pero los procesos son imprevisibles y más fructíferos de lo que se ha pensado. El gran aprendizaje para mí es comprobar que un diagnóstico es una palabra, ya que no define a una persona y uno no se puede guiar por lo que diga un manual sobre un trastorno concreto ya que son generalidades y cada persona es un mundo.

P.: Centrándonos ya en su formación, impresiona los distintos campos en los que se ha movido, estando especializada en el terreno lírico...  

H.A.: Sí, tengo muchas vocaciones. En mi vida hay un triángulo profesional que va rotando por coyunturas de la vida. Por un lado está la docencia, a la que amo, ya que es un vehículo de transformación de la sociedad. He intentado despegarme de ella pero he vuelto echándola mucho de menos. La musicoterapia era un deseo desde niña y, cuando vi lo que era, al formarme ha superado mis expectativas. Me ha cautivado totalmente, por lo que tampoco puedo deshacerme de ella. Toda la parte artística, aunque el canto predomine, implica todo. Me desligo a ratos pero vuelvo porque cuando se prueba lo que se siente en un escenario no se puede dejar nunca. 

P.: A nivel artístico ¿qué experiencia profesional no olvidará en la vida?

H.A.: Yo jamás olvidaré un momento que sigo recordando siete años después: todos los ensayos y funciones de Los diamantes de la corona en el Teatro Campoamor dirigido por José Carlos Plaza, ya que compartí escenario con el que hoy es mi pareja (la entrevistada se refiere al gran actor y ayudante de dirección Jorge Torres). Fue un hermoso montaje que compartí también con amigos y allí conocí a mi compañero de vida. Eso hace que la casa esté llena de recuerdos: fotos, cuadros y máscaras que nos recuerdan cada minuto de aquel momento. Es una persona impresionante. Ese montaje me recuerda lo afortunada que soy en la vida porque conocí lo bonito que hay detrás del teatro: las personas especiales que te encuentras en el camino y esa obra lo aúna todo.

P.: Para finalizar me gustaría hacerle un mini test cultural. Comenzando por la faceta artística que tiene más próxima ¿Qué ópera o momento de alguna le entusiasma?  

H.A.: A mí me pone los pelos de punta cualquier ópera que tenga un coro y una orquesta gigantesca, como el de Aida o Nabucco y, como soy soprano, las grandes arias de títulos como La bohéme, Gianni Schicchi o Madama Butterfly.

P.: Hablando ahora del teatro de texto ¿qué función no olvidará nunca?  

H.A.: En este terreno sigo impregnada por el lado personal. Nunca olvidaré La noche de las tríbadas (de Per Olov Enquist), que protagonizó mi pareja. Yo vi en el escenario el resultado de todo un proceso que duró un año. Me sorprendió e impresionó mucho porque no lo reconocía por la manera en que se metió en el personaje que interpretaba, August Strindberg. Su trabajo de documentación fue muy intenso, a través de libros, cuadros, música, películas, de todo. Tampoco olvidaré Hécuba, donde él trabajó como ayudante de dirección. Y True West la llegué a ver siete veces. Entre ensayos y el hecho de que hubiese dos elencos hace que sea la obra que más he visto en mi vida.

P.: Ahora hablando de cine ¿qué película le ha impactado más?

H.A.: El diario de Noah, por toda la situación que conté anteriormente en mi familia, con el tema del Alzheimer, y Siete almas, que protagonizó Will Smith, rompo a llorar, es un gran derroche de humanidad.

P.: Para finalizar ¿qué libro le ha marcado?

H.A.: Tengo grabado a fuego desde la infancia Momo de Michael Ende y otro sería El juego de Ender de Orson Scott Card, por el tema de la fantasía.

A nivel profesional me gusta mucho El cerebro del niño de Daniel J.Siegel. Me lo recomendaron y me sirvió mucho para saber cómo se formó mi mente y mi personalidad, y en el plano profesional me sirvió para atender a mis alumnos y a otras personas.

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