La vida se puede afrontar de diversas formas, dependiendo de la actitud de la persona, y se debe tener en cuenta que puede no ser como uno soñaba, además de que las circunstancias personales también influyen mucho. En el tema de las relaciones amorosas se puede aplicar esto también, con gente con un determinado comportamiento que repiten siempre hasta que conocen a otra persona que les cambia, aparentemente, el planteamiento de vida que tenían.
Todo lo mencionado es lo que pretende mostrar la película Acuarela, coproducción entre Italia y Suiza dirigida por Silvio Soldini, al que un servidor le empezó a sonar cuando estrenó la premiada Pan y tulipanes (2000) y más adelante El comandante y la cigüeña (2012), aunque comience a trabajar a principios de los años ochenta del siglo pasado y en su carrera también haya dirigido documentales y cortometrajes
Soldini, también guionista, con la ayuda de Doriana Leondeff (con quien suele trabajar), y de Davide Lantieri, coescribe una historia en la que expone lo ya expuesto a través de la relación entre un hombre entrado en los cuarenta con una vida laboral, familiar y sentimental ajetreada y una osteópata ciega. Con ello se cuenta una historia que se deja ver sin entusiasmar pero que resalta sobre todo, desde un punto de vista personal, por la capacidad de mostrar cómo las personas invidentes pueden llevar una vida normal e incluso reírse de sí mismas. También se ha de decir que no pinta un mundo ideal, porque el día a día tiene sus complicaciones, pero sí lanza un mensaje positivo.
A lo último referido ayuda en gran medida la maravillosa interpretación de Valeria Golino, de la que un servidor vio recientemente su segunda película como directora, Euforia, en el Festival de Sevilla del pasado mes de noviembre. La actriz, que saltó a la fama internacional gracias a Rain Man (Barry Levinson, 1988) junto a Dustin Hoffman y Tom Cruise, hace un trabajo impecable para hacer creíble la discapacidad visual del personaje y su profesionalidad en su entorno laboral haciendo pensar al espectador totalmente que es osteópata. Golino es lo mejor de la película porque eclipsa al protagonista masculino del filme al que da vida Adriano Giannini.
El hijo del veterano actor Giancarlo Giannini debutó con la estimable A la revolución en un dos caballos (Maurizio Sciarra, 2001) y aunque protagonizó la calamitosa Barridos por la marea (Guy Ritchie, 2002) junto a Madonna, no ha dejado de trabajar, siendo dirigido por ejemplo, por Paolo Sorrentino en Las consecuencias del amor (2004) y apareciendo en producciones de Hollywood como Ocean's twelve (Steven Soderbergh, 2004) e incluso haciendo incursiones en el cine español participando en Las 13 rosas (Emilio Martínez Lázaro, 2007). En Acuarela tiene una actuación correcta pero sin más, aunque hay que admitir que está creíble en el personaje que interpreta, pero no brilla como Golino.
La película plantea otras tramas secundarias que involucran a una estudiante ciega a la que Golino da clases particulares de francés y en la que encuentra alguien con quien empatizar poniendo también sobre el tapete la manera en la que afrontan la ceguera las personas más jóvenes.
Pero Acuarela también expone una ceguera mental en el personaje de Giannini, ya que su inestabilidad sentimental y su pasado familiar dan cuenta de cómo una persona no ve, en el sentido de valorar, a las personas que tiene a su alrededor, y Soldini deja en el aire la evolución del personaje, mostrando la posibilidad de que cambie o continúe de la misma forma. Un incorregible en toda regla.
En definitiva, nos encontramos ante una película rodada con buen ritmo, con una historia con cabos sueltos y que demuestra que la vida tiene muchas tonalidades, depende de uno querer ver un color solamente o varios. No es el peliculón del año pero, como un servidor ha expresado en diversas ocasiones, no sintió haber perdido el tiempo.
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