El comienzo de esta crítica es un inciso por parte de un servidor. Como la película que se va a tratar es una nueva versión de otra, va a tener que afinar para no hacer spoiler por partida doble, ya que hay que considerar que no todo el que lea esta crítica ha visto el filme original.
Expuesto esto un servidor manifiesta que la versión que ha hecho el director Luca Guadagnino de Suspiria, filme dirigido por su paisano Dario Argento en 1977, cuya historia este último escribió junto a su pareja Daria Nicolodi, y que conforma el inicio de una trilogía completada con Inferno (1980) y La madre del mal (2007), tiene mucha tela que cortar. Ya sin verla un servidor intuía que si la actual duraba casi una hora más que la original es que iba a aportar muchas más cosas, como así ha sido.
Tras el éxito de crítica y público de Call me by your name (2017), Oscar al Mejor Guión Adaptado para James Ivory incluido, Guadagnino con Suspiria afronta una película en la que se dan diversas circunstancias.
Primera: Es el segundo remake que dirige en su carrera, ya que Cegados por el sol (2015) era una nueva versión de La Piscina (Jacques Deray, 1969) que protagonizaron Alain Delon, Romy Schneider, Maurice Ronet y Jane Birkin.
Segunda: En el remake, aparte de Ralph Fiennes y Matthias Schoenaerts, en el reparto también están Dakota Johnson y Tilda Swinton, las cuales tienen personajes protagonistas en la nueva Suspiria. En el caso de Tilda Swinton, se puede afirmar que es una especie de musa de Guadagnino ya que protagonizó anteriormente su ópera prima The Protagonists (1999) y Yo soy el amor (2009). Además, en ambos remakes se ha servido del mismo guionista David Kajganich, creador de la exitosa serie The Terror, adaptando una novela de Dan Simmons y guionista de la nueva versión para la gran pantalla de Cementerio de animales, la novela escrita por Stephen King.
Segunda: En el remake, aparte de Ralph Fiennes y Matthias Schoenaerts, en el reparto también están Dakota Johnson y Tilda Swinton, las cuales tienen personajes protagonistas en la nueva Suspiria. En el caso de Tilda Swinton, se puede afirmar que es una especie de musa de Guadagnino ya que protagonizó anteriormente su ópera prima The Protagonists (1999) y Yo soy el amor (2009). Además, en ambos remakes se ha servido del mismo guionista David Kajganich, creador de la exitosa serie The Terror, adaptando una novela de Dan Simmons y guionista de la nueva versión para la gran pantalla de Cementerio de animales, la novela escrita por Stephen King.
Lo que destaca, entre otras cosas, de la versión nueva de Suspiria, es que Guadagnino sólo toma elementos de base del guión de Argento y Nicolodi: danza, la acción situada en Alemania, lo que se descubre, (que es el plato fuerte en el filme original), y poco más, porque lo que a un servidor le llamó la atención es que muchos personajes, compartiendo nombre con los de la película de Argento, tienen roles en la historia nueva, no ya sólo distintos, sino prácticamente opuestos. Ese factor descoloca al principio porque un servidor iba estableciendo las equivalencias de los personajes de ambos filmes y se encontró con una película muy diferente. Aquí finalmente se agradece que, con los elementos citados en común, Guadagnino haya ido por su lado y ha contado su propia historia no haciendo un calco de la original. Esto se puede aplicar al aspecto narrativo y al estético.
Lo primero que se puede decir del primer aspecto es que, con un guiño, la nueva Suspiria está situada en un contexto histórico del que la original carecía por completo ya que se entraba en los sucesos de la academia de baile. Añadir este factor le suma un carácter político pero sobre todo simbólico ya que lo que acontece en la academia se compara con lo que ocurrió décadas atrás históricamente, como si fuese una especie de herencia o equivalencia. Esto hace que, precisamente, las danzas cobren un significado especial, sobre todo una coreografía en solitario por parte de Dakota Johnson, ya que provoca una sorprendente (ésa es la palabra) acción paralela que casi hizo aplaudir a un servidor y acompañante al ver algo con mucha potencia visual.
Para acabar con los aspectos destacados narrativos, este remake está dividido en seis capítulos y un epílogo y un servidor considera, sin hacer spoiler, que, en el tramo final, tiene lugar un clímax que roza lo grotesco y tiene también imágenes gore que Guadagnino salva por muy poco. Si no hubiese sido así, se hubiese cargado la película.
En el aspecto visual también ambos filmes se diferencian bastante, ya que, el uso de de los colores por parte de Argento, visible por potentes luces rojas (homenajeadas aquí en el citado climax), en el conjunto no existe empezando por el color exterior e interior de la academia, de un fuerte rojo y que Guadagnino suple con colores fríos y una fotografía del mismo tono por parte de Sayombhu Mukdeeprom, quien repite con el director tras la citada Call me by your name.
También llama la atención el simbolista vestuario de Giulia Piersanti (también ejerciendo esta labor en las dos películas anteriores del cineasta siciliano) sobre todo el de las bailarinas para ejecutar una coreografía con un propósito oculto y un final inesperado, que también es un poco rompedor. La música del vocalista de Radiohead, Thom Yorke, también contribuye al gélido ambiente del filme.
También llama la atención el simbolista vestuario de Giulia Piersanti (también ejerciendo esta labor en las dos películas anteriores del cineasta siciliano) sobre todo el de las bailarinas para ejecutar una coreografía con un propósito oculto y un final inesperado, que también es un poco rompedor. La música del vocalista de Radiohead, Thom Yorke, también contribuye al gélido ambiente del filme.
A nivel interpretativo, Tilda Swinton está fantástica como principal encargada de la academia heredando el personaje de Joan Bennett, pero aquí es más activo ya que imparte unas exigentes clases. La ganadora del Oscar por Michael Clayton (Tony Gilroy 2007) hace hasta tres personajes, con un engaño por parte de los creadores ya que se inventan un nombre en los créditos para el intérprete de un doctor que tiene peso en la historia y que es la propia Swinton caracterizada y con la voz modulada, lo que contribuye a que no se le reconozca. Este médico contribuye al desarrollo de los acontecimientos, sobre todo cuando ejerce un rol más activo.
Por su parte Dakota Johnson hereda el papel de Jessica Harper (la cual aparece brevemente pero su presencia es importante para una parte de lo que se cuenta y el final) y un servidor, sin desvelar nada, afirma que es un personaje que tiene sólo que ver con el del filme de Argento el hecho de ser la nueva bailarina que llega. Por lo demás, el personaje es una de las joyas y grandes sorpresas con respecto al filme de 1977, siendo quizás el cambio más radical que Guadagnino aporta. Johnson tiene un papel más físico que verbal y hay que decir que, si no usó doble de cuerpo (un servidor desconoce ese dato) lo hace estupendamente.
Mia Goth cumple también su función un poco heredando ese aire entre inocente y perturbador que desarrolló en, sobre todo, La cura del bienestar (Gore Verbinski, 2016). Por su parte, el personaje que interpreta Chloë Grace Moretz tiene su importancia, como el motor de arranque de la historia pero con otro desarrollo.
En contraposición, la actriz alemana Angela Winkler, presente en filmes como El honor perdido de Katharina Blum (Volker Schlöndorff y Margarethe von Trotta, 1975), la oscarizada El tambor de hojalata (Volker Schlöndorff, 1979) o El vídeo de Benny (Michael Haneke, 1992) además de ser vista recientemente en los cines españoles junto a Bruno Ganz en En tiempos de luz menguante (Matti Geschonneck, 2017) toma el relevo a Alida Valli pero con un personaje que tiene mucho menos peso en comparación.
Suspiria de Luca Guadagnino es un filme que roza algunos límites delicados, e incluso tiene un final ambiguo, con mucha simbología detrás, y es una apuesta arriesgada pero que está hecha a conciencia para remover al espectador y provocarle sensaciones. Nunca bailar tuvo las consecuencias que se muestran en este filme donde la mezcla de idiomas (en esta ocasión, inglés, alemán y francés) demuestran que es otro elemento marca de la casa.
En contraposición, la actriz alemana Angela Winkler, presente en filmes como El honor perdido de Katharina Blum (Volker Schlöndorff y Margarethe von Trotta, 1975), la oscarizada El tambor de hojalata (Volker Schlöndorff, 1979) o El vídeo de Benny (Michael Haneke, 1992) además de ser vista recientemente en los cines españoles junto a Bruno Ganz en En tiempos de luz menguante (Matti Geschonneck, 2017) toma el relevo a Alida Valli pero con un personaje que tiene mucho menos peso en comparación.
Suspiria de Luca Guadagnino es un filme que roza algunos límites delicados, e incluso tiene un final ambiguo, con mucha simbología detrás, y es una apuesta arriesgada pero que está hecha a conciencia para remover al espectador y provocarle sensaciones. Nunca bailar tuvo las consecuencias que se muestran en este filme donde la mezcla de idiomas (en esta ocasión, inglés, alemán y francés) demuestran que es otro elemento marca de la casa.
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