lunes, 24 de diciembre de 2018

"Un asunto de familia": La naturaleza de los vínculos

Desde hace varios años el cine de Hirokazu Kore-eda está siendo una referencia a nivel mundial haciendo que él se consolide como uno de los directores japoneses actuales de mayor repercusión. Y si hay un tema que le interese especialmente es el de las relaciones familiares. Tras la asombrosa El tercer asesinato (2017), un thriller judicial, con Un asunto de familia vuelve al sendero de filmes como Nadie sabe (2004),  De tal padre, tal hijo (2013) o Nuestra hermana pequeña (2015).

Los vínculos afectivos están muy presentes en los títulos citados y, en el caso de Un asunto de familia, Palma de Oro en el Festival de Cannes, aderezados con picaresca, compasión y misericordia. Llama en primer lugar la forma en la que Kore-eda, autor también del guión, cuenta esta historia, ya que, tras recoger a una niña del vecindario, se va conociendo la manera de vivir o mejor dicho, sobrevivir de los protagonistas. El cabeza de familia y el hijo están ya experimentados en el robo en tiendas que se conocen al dedillo. Pero de la manera en que se muestra, no hace posible el juzgarlos negativamente porque ni el propio director lo hace.

Un asunto de familia es una película que se degusta pero llena de detalles, lo cual hace que un segundo visionado no sea una tarea forzada sino hecho con gusto, ya que el cineasta nipón expone un crisol de comportamientos laborales y morales (siseo en las tiendas ya referido aparte) que pueden crear dilemas, porque Kore-eda es muy hábil mostrando las cartas que quiere en el momento que considera adecuado, y conocer algunas cosas que podían ser impensables es uno de los atractivos de este filme fotografiado maravillosamente por Ryûto Kondô con imágenes hermosas, como un desnudo femenino compuesto como un cuadro u otras inesperadas como el trabajo, subido de tono, que desempeña otra de las mujeres de este peculiar grupo de personas.

Un servidor no desea contar mucho de lo que acontece en esta película porque haría auténticos spoilers. Lo importante que se puede decir es que un incidente provoca la revelación de realidades y se plantean las consecuencias, cuando la ley ha de actuar, en las personas en lo que lo revelado repercute.

El reparto de este filme está en estado de gracia comenzando por la veterana Kirin Kiki (fallecida el pasado mes de septiembre), la adorable anciana protagonista de Una pastelería en Tokio (Naomi Kawase, 2015), y presente en algunos de los títulos citados anteriormente de Kore-eda, y otros de su filmografía como Milagro (2011) o Después de la tormenta (2016) donde vuelven a trabajar junto a Lily Franky tras la citada De tal padre, tal hijo y que, en Un asunto de familia, interpreta al, valga la redundancia, cabeza de familia con gran naturalidad. Por su parte, se nota la compenetración con la actriz que hace de su mujer, Sakura Andô, tanto en escenas cotidianas, donde se muestran varias cenas y almuerzos de tal manera que a uno le entra el hambre, como íntimas, rodadas con verdad y sencillez.

Esta nueva película de Hirokazu Kore-eda es un canto al amor y a la fuerza de los lazos que no son de sangre precisamente, por eso tanto la escena en la que el matrimonio decide quedarse con la niña que acogen en principio de manera provisional, como la escena final son demoledoras, así como hay otras (una de ellas es una acción del hijo que desencadena los acontecimientos para llegar al clímax y sus razones) que desconciertan por lo contradictorias que pueden llegar a ser. Pero Koreeda muestra al ser humano como pocos en  el cine actual, sin artificios ni situaciones rocambolescas, aunque puedan parecerlas, pero luego uno ve los informativos y se piensa que ha reflejado la realidad o, en ocasiones, se ha quedado corto.       

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