Hay personas que pasan por la vida y dejan huella o no. El cineasta mexicano Alfonso Cuarón habla en Roma, su aclamado último filme, de gente que pertenece al primer grupo, centrando su atención en las mujeres de su familia y, más concretamente, en una joven que trabajó en su casa y que cuidó de él. En su vuelta al cine tras la, para un servidor, sobrevalorada Gravity (2013) por la que ganó el Oscar al Mejor Director, Cuarón, por lo mencionado antes, con Roma dirige su película más personal ya que tiene un fuerte componente autobiográfico y le aleja temáticamente de gran parte de su filmografía.
En su carrera destacan remakes como La princesita (1995), en la que adaptaba la popular novela de Frances Hodgson Burnett que popularizó en 1939 Shirley Temple en su precedente cinematográfico más recordado, y Grandes Esperanzas (1998) una revisitación en clave moderna de la novela de Charles Dickens con Robert De Niro, Ethan Hawke, Gwyneth Paltrow y Anne Bancroft.
Cuarón dirigió, además, previamente al filme que nos ocupa, Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004), su lograda contribución a la saga del joven mago de Hogwarts, e Hijos de los hombres (2006) un filme futurista muy apreciado en su momento, sin olvidar Y tu mamá también (2001) una road movie con Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna con más miga de lo que podía parecer en un primer momento. Pues bien, éste precisamente es el último filme que rodó en español antes de Roma, lo que supone una vuelta a su lengua materna tras un paréntesis de diecisiete años.
Este regreso es una evocación de su niñez donde el cineasta ejerce de director, productor, guionista y director de fotografía. Precisamente, esta última faceta citada, es una de las más destacadas a nivel técnico que posee Roma porque el portentoso blanco y negro de la película ayuda sin duda a su propósito de rememorar una época pasada que recuerda con cariño.
La acción, situada entre 1970 y 1971, transporta al espectador a un mundo donde lo moderno y lo desfavorecido se muestra sin fisuras, con un pasaje en una localización del extrarradio que evoca al mejor neorrealismo italiano e incluso (en una apreciación personal) a los poblados que Vicente Aranda mostraba en Tiempo de silencio (1986) o El Lute (camina o revienta) (1987), ambas con Imanol Arias y Victoria Abril encabezando los repartos.
Roma tiene una característica que puede jugar a favor o en contra de su visionado (dejando aparte polémicas sobre subtitulado, distribución y proyección). Un servidor se refiere a su carácter contemplativo, que se disfruta si el espectador conecta o puede echar para atrás si no es así, ya que es un filme con pocos conflictos, aunque los que hay están bien explotados con dos escenas seguidas en una tienda y un hospital maravillosamente rodadas. Esos momentos (que un servidor no detalla más para evitar spoilers) son en los que Cuarón imprime un mayor ritmo narrativo, volviendo al tono reposado del inicio y la mayor parte del filme tras ellos.
Son destacadas las interpretaciones, donde destaca la naturalidad de la debutante Yalitza Aparicio como Cleo, la apreciada mujer que cumple diligentemente con sus tareas, por lo que su vida al servicio de una familia, no se muestra como una experiencia amarga sino todo lo contrario, ya que se convierte en un momento dado en un gran apoyo de niños y adultos, y es correspondida.
El guión es astuto ya que, teniendo como foco de atención al personaje mencionado, nunca pierde de vista el punto de vista panorámico de todas las situaciones, para ahondar en el carácter evocador del filme y, a nivel particular, deja pistas de la vida de la familia con la que Cleo trabaja sin mostrarlas de manera explícita. Aunque también hay que decir que tienen un par de escenas que no aportan nada a la narración.
En el reparto es de justicia recalcar la interpretación de Marina de Tavira como la madre de la familia y el reparto femenino en su conjunto ya que Cuarón muestra el mundo femenino con especial aprecio y amor.
Un servidor no puede mentir y pensaba que, aunque le gustó, Roma iba a ofrecerle mucho más por tantos reconocimientos internacionales como el León de Oro del Festival de Venecia o dos Globos de Oro (al Mejor Director y a la Mejor Película Extranjera). Sin embargo, el filme de Cuarón, donde la música muy está presente, con emotivos boleros y el tema Más bonita que ninguna cantado por Rocío Dúrcal, es un pellizco de la memoria y el corazón de Cuarón que no es nada desdeñable y donde de nuevo una playa es un escenario muy simbólico, emotivo y decisivo, pero tanto bombo creó unas expectativas que, aunque cumplidas, eran mayores de lo que se encontró en la pantalla pequeña (un servidor la vio a través de Netflix).
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