Hay obras de teatro que requieren un plus de atención por parte del espectador. Rojo, del dramaturgo y guionista estadounidense John Logan, es un ejemplo del teatro actual, con contenido, exigente, en el buen sentido y que casa con lo mencionado en la frase inicial.
Logan, tres veces nominado al Oscar, por Gladiator (Ridley Scott, 2000), El Aviador (Martin Scorsese, 2004) y La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011) y cuya última película estrenada en nuestro país en cuya escritura ha estado involucrado ha sido Alien: Covenant (Ridley Scott, 2017) dio la campanada precisamente con la obra teatral que centra esta crítica. Rojo se estrenó primero en Londres en 2009 y luego en Broadway con los maravillosos Alfred Molina y Eddie Redmayne logrando un éxito de público y crítica muy destacable, seis Premios Tony incluidos
La principal característica de esta obra es que trata la figura de un artista real, el pintor Mark Rothko (1903-1970), una de las figuras más destacadas del expresionismo abstracto, un movimiento artístico de enorme relevancia en el siglo XX. Pues bien esta obra, y ya un servidor se moja implicándose, hizo que se le despertase el interés por un hombre que (uno es sincero) no le sonaba de nada, pero la maravilla de Internet hizo posible que conociese hechos importantes de su vida y tener una ligera idea del pintor al que iba a ver interpretado en escena.
Esta circunstancia provocó que la mención de determinados nombres y hechos de su vida no fuesen desconocidos en su totalidad ya que la obra tiene una complejidad y hondura inesperadas, ahondando en diversos temas a partir de la relación del mencionado pintor, ya veterano en el momento de su vida que plasma la obra, prácticamente de vuelta de todo y desencantado, y un joven que le ayuda y aprende lleno de vitalidad e ilusiones. La realización de unos cuadros para un famoso y lujoso restaurante sirve para que ambos personajes expongan su visión del arte y de la existencia de una manera nada trivial, con pasajes dramáticos por ambas partes evocados en soliloquios.
Por todo lo mencionado anteriormente esta producción teatral, que viene de hacer temporada en el Teatro Español de Madrid para permanecer en el Teatro Lope de Vega de Sevilla hasta este domingo, tiene su principal baza en dos actores inmensos, de dos generaciones distintas pero que van de la mano.
Juan Echanove asume la labor de dirigir la obra y de dar vida a Rothko con la sabiduría de un intérprete curtido en miles de retos interpretativos a lo largo de su carrera. Un servidor no pudo evitar acordarse de la última vez que lo vio sobre el escenario, también dirigiendo: la conmovedora Conversaciones con mamá de Santiago Carlos Oves junto a María Galiana con quien volvió a trabajar en la exitosa y divertida La asamblea de las mujeres de Aristófanes en el 61 Festival de Mérida (2015) que un servidor vio en el segundo día de representación en aquel milenario y mágico escenario. En aquella ocasión Echanove sólo ejercía de director rodeándose un reparto que incluía a Pedro Mari Sánchez, Lolita o Pastora Vega, además de Galiana.
Precisamente en aquel mismo lugar, pero dos años después, un servidor vio al compañero en escena de Echanove en Rojo, Ricardo Rómez, (dejándolo con la boca abierta) en un espectacular montaje de La Orestiada de Esquilo dirigido por José Carlos Plaza, donde el talentoso y joven actor daba vida con absoluta convicción a Orestes junto a Roberto Álvarez, Amaia Salamanca, Ana Wagener, María Isasi, Alberto Berzal y Juan Fernández, entre otros. Esa fue una experiencia que un servidor no olvidará y que sirvió para constatar que Ricardo Gómez es un actor al que le gusta asumir retos y es inquieto como actor, no hay más que ver su interpretación de un joven homosexual en la serie Vivir sin permiso o la propia obra Rojo, pruebas de su abanico de registros.
Con una recreación idónea del estudio donde Rothko y su ayudante trabajan gracias a la escenografía de Alejandro Andújar, y la siempre precisa iluminación del maestro de la luz escénica Juan Gómez-Cornejo en Rojo el espectador presencia la confrontación de dos maneras de ver la vida y el arte, donde, y es de agradecer, se mencionan constantemente a maestros de la pintura de siglos pasados como indicador de que, aunque alguien cultive un arte de una manera, los predecesores de referencia, aunque hiciesen obras completamente opuestas en estilo y temática, están siempre en su cabeza. Además, la mención también de artistas contemporáneos a los personajes como Andy Warhol o Jackson Pollock sirven de complemento a las distintas maneras de concebir la pintura.
Rojo, un servidor reitera, es una oportunidad de ver a dos actorazos en escena (su esfuerzo fue recompensado con una sonada ovación en el teatro hispalense) en una obra que no es fácil, con lo cual el espectador tiene que mantener una actitud activa para seguirla, y eso ayuda a agudizar los sentidos para comprobar a ritmo de jazz o música clásica de sonido ambiente, que la vida puede verse de muchos colores y, en esta obra en concreto, en rojo y negro, como el clásico de Stendhal, además de mostrar las distintas connotaciones de ambos colores, sus variantes y a los distintos elementos a los que se pueden aplicar.
FOTOS: DAVID RUANO
FOTOS: DAVID RUANO
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