miércoles, 6 de febrero de 2019

"Green Book": El pollo frito de Kentucky

El destino a veces es curioso. En la crítica previa a ésta un servidor se quejaba de que Barry Jenkins no tratara como se debía en El blues de Beale Street el tema del racismo. Pues la siguiente experiencia ha sido la opuesta. 

Green Book, la primera película en solitario de Peter Farrelly, supone un acercamiento al mencionado tema de una forma directa, con el aliciente de estar basado en hechos y personajes reales. El cineasta, alejado de las comedias que escribió y dirigió con su hermano Bobby como Dos tontos muy tontos (1994), Algo pasa con Mary (1998) o Amor ciego (2001), coescribe el guión sobre la relación primeramente laboral que surgió, en los años sesenta, entre el pianista de música clásica Don Shirley y Tony Lip en un viaje en coche donde el segundo fue chófer del primero durante una gira de dos meses por varios estados de la América profunda.

En esta película se da la circunstancia de que es coguionista de la misma el hijo de Tony, Nick Vallelonga, por lo que el componente emocional está servido. La película muestra de manera muy creíble la vida en Estados Unidos hace medio siglo y el contraste entre dos hombres: uno, italoamericano, curtido en las calles del Bronx, la escuela de la vida, como suele decirse y otro, afroamericano, que se mueve en un entorno de éxito y elitista en el que no evita la discriminación.

Podría parecer una película vista muchas veces pero Green Book (título referente a una guía de color verde de hoteles en los que las personas de raza negra tenían permitido alojarse y que es básica en el viaje que se muestra en el filme) muestra la construcción de una amistad que tiene su origen en un trabajo pero, poco a poco, los dos personajes se ayudan y aportan mutuamente cosas que les hacen mejorar y ver la vida de una manera distinta. Precisamente el pollo del título de la crítica es el centro de una escena que constituye el primer punto de inflexión importante de la historia.

Un servidor considera que Green Book muestra a dos hombres con más capas de las que en principio muestran y donde es inevitable hablar de los actores que les dan vida. Mahershala Ali, Oscar al Mejor Actor de Reparto hace dos años por Moonlight del citado Jenkins, compone a Don Shirley aportando su físico y elegancia que cautiva desde que aparece en pantalla. Además muestra la educación del personaje, sus debilidades al mismo tiempo que su saber estar, ejemplificando las distintas caras y máscaras que puede tener, y con razón, una misma persona, que no es lo mismo que ser falso, ojo. Ali repite candidatura en la citada categoría y un servidor lo ve favorito aunque no vea correcta la decisión de no considerarlo Actor Protagonista

Por su parte, Viggo Mortensen interpreta, yendo de menos a más, a Tony Lip. Su físico (con una barriga algo más prominente de lo que se está habituado a verle al eterno Aragorn de El señor de los anillos de Peter Jackson) y su descaro casan con lo que se espera del personaje: una desenvoltura, ya que viene de vuelta de todo, y una visión mucho más básica de las cosas. En algunos momentos tosco, eso no impide que afloren los buenos sentimientos en él, que ya de por sí no los tiene porque, si no, el personaje no hubiese aceptado el trabajo que se le ofrecía por mucho que le pagasen.

A nivel de reparto para un servidor fue muy grato volver a ver a Linda Cardellini interpretando a la mujer de Mortensen. Inolvidable en la serie Urgencias, su personaje mantiene siempre un carácter positivo y tolerante dentro de lo que es ese núcleo familiar italiano.

Con una buena recreación de la época que retrata, Green Book es un canto a la amistad y a la tolerancia, resaltando valores como la igualdad pese al distinto color de piel y otros aspectos (un servidor no es específico al respecto para evitar un spoiler) y una escena del personaje de Ali observando a hombres y mujeres afroamericanos trabajando en el campo dice mucho de un filme donde se empatiza con los personajes pero también da una gran lección de cómo hacerlo con el prójimo, con un claro mensaje antidiscriminatorio. 

Aunque inevitablemente se acuerde uno de Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989) pero a la inversa y en clave masculina el filme de Farrelly se queda en el recuerdo por esa citada amistad que derribó todas las barreras en un momento histórico donde hacer cosas como las del personaje de Mortensen era ir a contracorriente, por no hablar del personaje de Ali. Pero todo eso deja un servidor que el lector de esta crítica lo descubra por sí solo. Viajen con ambos actores, déjense llevar y coman pollo frito saboreándolo con deleite.   

2 comentarios:

  1. Una buena película que hace grande sus dos actores en sus roles.
    Un saludo

    ResponderEliminar