En numerosas ocasiones el ser humano se ve forzado, por otros o por su propia conciencia, a hacer cosas que moralmente se sabe que no están bien. Si esto ocurre en tiempos de guerra o de tensión entre distintos países el acto cobra una mayor relevancia. Esto le ocurrió a la octogenaria Melita Norwood, acusada de pasar información a los rusos de los secretos británicos concernientes a la fabricación de la bomba atómica. Estos hechos fueron material para un exitoso libro escrito por Jennie Rooney.
Lo mencionado es la base de La espía roja, la nueva incursión en el cine del prestigioso director de escena Trevor Nunn, cuyo curriculum sobre las tablas es para caerse de espaldas. Aunque ha dirigido pocos filmes, ha sabido dar a sus propuestas una estética no teatral, aunque varias de estas películas tengan de base una aclamada obra de teatro como su debut, Hedda (1975) con la doble ganadora del Oscar Glenda Jackson en la piel de la mujer salida de la mente de Henrik Ibsen, o Noche de Reyes o lo que vosotros queráis (1996) sobre la obra de William Shakespeare que incluía en su reparto a Ben Kingsley, Imelda Staunton o Helena Bonham-Carter, con la cual Nunn había trabajado en la segunda película que dirigió, Lady Jane (1986), una lograda producción de época sobre el brevísimo reinado de la mujer del título tras el fallecimiento de Eduardo VI.
Nunn afronta de nuevo una producción cien por cien británica donde se alterna el pasado con el presente y con una cuidada ambientación de época. La historia avanza de manera coherente y nada liosa, ya que los hechos del pasado se corresponden con lo que la protagonista la va declarando en un interrogarorio en el que su hijo, abogado, descubre una faceta de su madre que desconocía por completo. Así vemos a una mujer que podría parecer que lo que hace es debido al amor pero, tras el lanzamiento de las bombas en Hiroshima y Nagasaki su modo de ver el mundo cambia y ahí entra en conflicto lo que hace desde entonces con sus razones, con secretos, traiciones y romances mezclados en sus justas dosis.
El filme tiene un convencionalismo que podría decirse: "otra más", pero la labor en general del reparto sube el interés de la película. En primer lugar un servidor no puede dejar de alabar la actuación de Judi Dench que cada vez que aparece en pantalla es una gozada. Parece una actriz incombustible y siempre destaca, ya sea en papeles protagonistas o secundarios desde siempre. Para muestra sus últimas películas películas estrenadas en España, Asesinato en el Orient Express (Kenneth Branagh, 2017) la nueva y descompensada adaptación de la novela de Agatha Christie donde heredaba el personaje que Wendy Hiller interpretó en la aclamada versión dirigida por Sidney Lumet en 1974, y La reina Victoria y Abdul (Stephen Frears, 2017). Con el nombre en esta ocasión de Joan Stanley, Dench despliega su sabiduría para dar vida a esta mujer que da un alegato final para justificar sus acciones que es tan coherente que convence a propios y extraños.
El mayor peso del filme recae en la etapa de juventud del personaje de Dench que comienza a narrarse en su etapa universitaria en el año 1938 con las protestas precisamente de la Guerra Civil Española y lo que en ella está aconteciendo. A partir de ahí se ve la evolución de una joven que interpreta magníficamente Sophie Cookson, cuyo trabajo más popular hasta la fecha era el díptico dirigido por Matthew Vaughn Kingsman: Servicio secreto (2014) y Kingsman: El círculo de oro (2017). La veracidad de su interpretación es La espía roja es grandiosa, nada sobreactuada y contribuye al fluir narrativo de la historia.
En el reparto también destacan el joven Tom Hughes, popular por encarnar al Prícipe Alberto en la serie histórica Victoria, en emisión desde 2016, y que en esta película da vida al primer amor de la protagonista y el cual la intenta convencer para su causa basada en sólidos ideales. Para un servidor fue también un descubrimiento la actriz checa Tereza Srbova, que debutó en Promesas del Este (David Cronemberg, 2007) y a la que a un servidor le recordó a Carice Van Houten, en la piel de la introductora de la protagonista en el ambiente comunista.
El punto negro en el reparto para un servidor es el actor Stephen Campbell Moore quien, por el papel que juega en la historia que se cuenta, no le parecía que encajase del todo. Aún así La espía roja se disfruta por un guión bien hilado, una correcta ambientación y unos actores que elevan la película por encima de una producción televisiva, que, por cierto, también hacen los británicos de maravilla. Lo que enseña esta película, cuando se llega al final de la misma es que lo que a ojos de muchos puede ser una traición para quien la comete tenía un fin que se cumplió y eso en este caso es incontestable.
Es lo que espero de este film Ale. Que sea correcto en su puesta en escena, actores cumpliendo bien sus roles y que aporte luz sobre hechos que desconocía. Aunque no espero nada de sorpresa ni que me deje con la boca abierta jeje.
ResponderEliminarUn saludo
Es correcto como dices, convencional narrativa y estéticamente, saludos Victor
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