Un servidor ha repetido en más de una ocasión el papel que juegan las expectativas. Cuando son muy altas puede uno darse contra un muro al comprobar que el boom no era para tanto o confirmar las opiniones entusiastas y sumarse al grupo de admiradores de un filme concreto.
La segunda experiencia es lo que un servidor vivió al ver, por fin Bohemian Rhapsody, la película sobre el grupo Queen con la atención focalizada en el personaje de su principal y carismático vocalista, Freddie Mercury (1946-1991). La película tiene un buen guión obra de Anthony McCarten, responsable de historias que se centraban también en personajes reales como La teoría del todo (James Marsh, 2014) o El instante más oscuro (Joe Wright, 2017) con gran éxito de público, crítica y premios, ya que sus protagonistas, Eddie Redmayne en la piel de Stephen Hawking y Gary Oldman encarnando a Winston Churchill respectivamente ganaron el Oscar.
Algo parecido puede suceder ahora con su protagonista, Rami Malek transformándose de manera asombrosa en Mercury: sus movimientos, gestos, acento, todo (lo de la voz para que suene como la del personaje real es tema aparte) es para un servidor una fusión con el cantante tan profunda que uno olvida el hecho de que no es el real. Malek lo da todo física y emocionalmente para dar vida a un hombre muy particular, un genio algo excéntrico que hizo vibrar a las masas con sus actuaciones que derrochaban pasión y energía.
Prueba de lo dicho es la recreación del concierto solidario Live Aid que se celebró en el Wembley Stadium en 1985, para recaudar dinero destinado a paliar la pobreza en África. Ese evento es el usadio en la película como inicio de un filme con la ya manida (pero eficaz aún) fórmula de estructura circular, donde se empieza en un punto y se vuelve años atrás en forma de extenso flashback para avanzar y llegar al mismo al final.
La historia lineal, que comienza en los 70, muestra a un Mercury adolescente pero ya dando pistas de su peculiar personalidad. Malek está convincente en todo momento. Con una carrera en la que brillan trabajos en la pequeña (las series The Pacific o la aún en emisión Mr. Robot) y gran pantalla, con ejemplos como el tríptico de Noche en el museo, The Master (Paul Thomas Anderson, 2012) o Las vidas de Grace (Destin Daniel Cretton, 2013) Malek está sencillamente magistral metido en la piel de un hombre como Mercury el cual tuvo una vida algo turbulenta con una confusión entre lo que deseaba y lo que amaba que le pesó en su vida privada, llena de excesos y una promiscuidad que el filme sugiere sutilmente sin tener la necesidad de ser explícito, una de las virtudes del filme.
A nivel de interpretación no se puede obviar el talento de los actores que interpretan a los otros tres miembros de Queen, todos ellos muy convincentes, pero lo del parecido del londinense Gwilym Lee Brian May es espectacular. La labor de Joseph Mazzello, quien se dio a conocer siendo un niño en títulos como Presunto inocente (Alan J.Pakula, 1990), La fuerza de la ilusión (Richard Donner, 1992) o Parque jurásico (Steven Spielberg, 1993), como John Deacon, el bajista, y de Ben Hardy, quien dio vida a Angel en X-Men:Apocalipsis (Bryan Singer, 2016) o a Polidori en Mary Shelley (Haifaa Al-Mansour, 2017), interpretando al batería de la banda, Roger Taylor es también destacable porque se crea una complicidad entre los cuatro que parecen un grupo musical verdadero, con discusiones, y momentos emotivos y de camaradería muy logrados.
Tampoco puede un servidor olvidarse del gran trabajo y cambio de registro de dos actores muy populares por series televisivas: Aidan Gillen (Meñique en Juego de Tronos) ofrece una cara muy distinta del personaje habitante de Poniente, y Allen Leech (el bondadoso Tom de Downton Abbey) ofrece aquí una actitud contraria al encarnar al ex amante de Mercury. Sin olvidarnos del correcto trabajo de Lucy Boynton (la condesa Elena en la versión de Asesinato en el Orient Express dirigida por Kenneth Branagh) como Mary Austin, la pareja sentimental de Mercury y una mujer necesaria en su vida sintiendo a su vez atracción por los hombres, de los principales conflictos emocionales del personaje.
Bohemian Rhapsody tiene un ritmo frenético que las más de dos horas de duración pasen muy rápido y momentos como la creación de la canción del título y su éxito a pesar de su excesiva duración para lo acostumbrado se combinan con otros más pausados e impregnados de sentimiento como la manera de afrontar Mercury el haber contraído el SIDA por ejemplo. Todo ello (independientemente de quién dirigiese las escenas ya que Bryan Singer está acreditado pero fue despedido y el trabajo lo completó el actor y director Dexter Fletcher) está aderezado con momentazos musicales como el emocionante We are the champions, Somebody to love, We will rock you o Who wants to live forever y otras muchas canciones de una banda que marcó y cuyo legado continúa muy vivo.
El filme, aunque contenga inexactitudes sobre algunos aspectos de la trayectoria de Queen o de la vida de sus componentes, tiene tanta fuerza, similar a la potencia que despliega Rami Malek, (al que un servidor, mojándose de lleno, considera que el Oscar no debería escapársele) que es un disfrute para los espectadores fans o no de Queen, por la carga emotiva y la adrenalina que desprenden sus imágenes.
Excelente crítica! Te dire algo sobre la canción que da nombre a tan grandiosa película, en los 80's está canción fue usada por grupos cristianos para decir que el rock era diabólico hoy 30 años después todo el mundo la canta y todo mundo la googlea y todo mundo sabe quien es bismila, para mi eso es lo mejor de la película reivindicar a freddy y compañía como creadores de una joya musical que creo se volverá un himno universal! Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras te diré que precisamente la parte de cuando graban ese tema y los problemas que tienen para que la acepte el que los lleva es de las mejores de la película, como bien dices es un himno para mí desde que se creó pero está muy bien y te gradezco la información que aportas
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