jueves, 2 de julio de 2015

La venganza, la magia y la locura se dan la mano en un impresionante espectáculo

                                       CRÍTICA TEATRAL: MEDEA

Es difícil empezar a valorar por algún lado algo que te ha maravillado, como me ha ocurrido con Medea, que anoche inauguró de manera brillante el Festival de Mérida. José Carlos Plaza, que cada vez que le veo un nuevo montaje pienso que tiene un don divino, demuestra una vez más que dirige en general, y las tragedias griegas en particular, como los ángeles. Sólo con mencionar antecedentes como Fedra, Hécuba o Electra, el lector de esta crítica puede darse perfecta cuenta de la grandeza de este montaje de Medea.

Medea es un torrente de emociones y una gozada visual porque la historia es de entrada tremenda. Apoyado por una sensacional dramaturgia de Vicente Molina Foix, que ha combinado textos de Eurípides, Séneca y Apolonio de Rodas, el texto (donde se narra tanto la historia de la propia Medea como la historia de Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro) va fluyendo y los minutos se pasan sin que te des cuenta
Ana Belén, Consuelo Trujillo y los niños. Jero Morales/Festival de Mérida

José Carlos Plaza se ha rodeado de un grupo de profesionales que han confeccionado un espectáculo cuidado al milímetro y demuestra su gran sabiduría dirigiendo a los actores y su capacidad para crear momentos muy poderosos.

Centrándonos en las interpretaciones a un servidor se le acaban los calificativos para hablar de la impecable interpretación de Ana Belén. La actriz se adentra en la turbulenta psicología de Medea de tal modo que uno no puede hacer otra cosa que disfrutar oyéndola pronunciar cada una de las palabras con una dicción exquisita y viéndola moverse por el escenario como pez en el agua. Su expresividad corporal y matices vocales hacen que cada una de sus intervenciones sean como un imán que te atrapa. Ana Belén va mostrando la transformación de un personaje que, poco a poco, va enseñando su maldad y la locura que la lleva a cometer crímenes atroces sirviéndose  para uno de ellos de sortilegios y maldiciones mortales.De ahí que la escena del ritual para acometer la primera parte de su feroz venganza sea uno de los momentos más poderosos de la obra, con un uso modélico de las luces y la escenografía.

Ana Belén en un fascinante momento clave de la obra. Jero Morales/Festival de Mérida
Medea se une a una lista de personajes como Ofelia, Adela, Electra, Fedra, Porcia, Kathie, Semíramis, Amanda Dorrit, Julieta, Fortunata, Amparo Sánchez o Helena (por citar sólo  unos pocos de su dilatada trayectoria profesional) a los que Ana Belén ha dado vida a lo largo de su carrera en cine, teatro o televisión quedando su trabajo para el recuerdo, y Medea se coloca en un lugar de privilegio dentro de esta gran lista.

Medea es el personaje central de la obra, pero está rodeada de una serie de personajes a los que Plaza les da la exacta relevancia para llegar al clímax de la tragedia. De ahí por ejemplo los personajes interpretados por Luis Rallo y Consuelo Trujillo, el preceptor y la nodriza respectivamente, son esenciales para comprender el ambiente que reina en la casa de Medea y Jasón sobre todo por su vinculación con los niños. Rallo compone a su personaje transmitiendo una gran sabiduría y está arrebatador cuando el horrible crimen de Medea está a punto de cometerse. Consuelo Trujillo, además de dar pinceladas de humor a una historia nada cómica, dice una de las frases clave de la obra: "Medea odia a sus hijos".

Por su parte Adolfo Fernández interpreta a un Jasón con potencia física y de carácter y tiene un gran momento cuando el doble crimen está  punto de cometerse. Su confrontación previa con Medea es bastante esclarecedora para que el público comprenda la naturaleza de su unión y lleve por tanto a la venganza final.
La culminación de la venganza, otro poderoso momento.  Jero Morales/Festival de Mérida

Olga Rodríguez y Alberto Berzal se convierten magistralmente en la voz del pueblo, y son espectadores atónitos de los acontecimientos. Mientras que Poika Matute está genial como Creonte, mostrando su deseo y su dolor en dos momentos de la obra. Leticia Hetala como Creúsa es la joven primera víctima en escena de Medea y muestra muy correctamente sus reticencias a su matrimonio con Jasón mientras que Horacio Colomé presta su potente físico como Jasón joven para entender el deseo que despierta en Medea cuando se conocen.

Hablando ahora del equipo técnico, todos y cada uno de sus componentes han contribuido con sus respectivos y extraordinarios trabajos a crear una obra sin fisuras. Pedro Moreno crea un espléndido vestuario, diferente para cada personaje, potenciando la idea de que cada uno de ellos procede de un lugar distinto. Su maestría está fuera de toda duda y sus creaciones para otras obras como Hécuba, La del Soto del Parral o El gato montés, son auténticas maravillas. 

Por su parte la escenografía de Francisco Leal tiene en la puerta de la casa de Medea y en el árbol en lo alto de unas rocas, dos creaciones idóneas para el desarrollo de la historia. Las sabias manos de Juan Pedro Hernández maquillan a cada personaje en su punto justo, mostrando su inteligencia para saber lo que el director requiere y dando, como es habitual en él, en la diana. José Carlos Plaza tiene en Jorge Torres a un espléndido ayudante de dirección que hace que el trabajo llegue a buen puerto, y eso es esencial. Finalmente la iluminación de Toño Camacho, la música Mariano Díaz y las proyecciones  audiovisuales de Álvaro Luna contribuyen a crear ambientes diferentes tanto en las narraciones como en los momentos más dramáticos.

Medea es un espectáculo de obligada visión para todo amante de la magia del teatro que hechiza al espectador como si la propia Medea nos hubiese transmitido alguno de sus conjuros. Yo no lo olvidaré nunca.          

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