sábado, 30 de septiembre de 2017

"La Cordillera": Cumbre borrascosa

Vistos los acontecimientos que acaecen en la nueva película de Santiago Mitre, el uso por mi parte del título, en español y en singular de la famosa novela de Emily Brontë no es algo baladí, dejando claro que en este caso los amores apasionados brillan por su ausencia, si exceptuamos una escena de puro deseo carnal.

La Cordillera es una película gris sobre, literalmente, el fondo blanco del paisaje donde transcurre una cumbre iberoamericana, una metáfora de la negrura que se insinúa tanto en los asuntos de política internacional como en los privados del presidente argentino encarnado de manera ejemplar por Ricardo Darín. El protagonista de El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2001), La Fuga (Eduardo Mignogna, 2001), El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009) o Truman (Cesc Gay, 2015) y tantos célebres títulos en una ejemplar trayectoria compone un personaje gris del que se mantienen sospechas sobre ciertos acontecimientos pero nunca se confirman.

Por lo dicho, el guión firmado por el propio Mitre y Mariano Llinás, como ya hicieron en Paulina (2015) juega a un suspense con ecos claros de Alfred Hitchcock, sobre todo de Recuerda (1945) y Martin Scorsese, con Shutter Island (2010) como título que se viene a la cabeza en un momento concreto del filme. Mitre juega también con las contraposiciones al apellidar Blanco al personaje que interpreta Darín, cuando es más bien turbio, repito, por lo que se intuye más que lo que se muestra explícitamente. Es por ello que La Cordillera tiene, en mi opinión unos mimbres de suspense menos sólidos de lo esperado, con más preguntas sin responder que respuestas, dejando al espectador que saque sus conclusiones.

Por otro lado los entresijos de la Cumbre de Jefes de Estado se evidencian en conversaciones privadas, de ahí que el equipo asesor del "Presidente Darín" brille a la hora de mostrar cómo desempeñan su trabajo tanto a la hora de organizar agendas como de enmendar problemas privados que puedan afectar a su jefe. De entre todos los componentes, brilla la actriz Erica Rivas como eficiente mujer de confianza dentro del equipo.

Pasando a la trama personal Dolores Fonzi compone un complejo personaje que es la clave del suspense en la parte privada del personaje de Darín. Sus afirmaciones, tras un trágico suceso, son puestas en duda, pero dichas con tal convicción que ya no miras a Darín con los mismos ojos del principio. Mitre acierta  en un aspecto para mí reseñable en asignar los papeles de dos presidentes a actores del país correspondiente: el de Méjico es interpretado por un espléndido Daniel Giménez Cacho, de gran recuerdo para un servidor en Profundo carmesí (Arturo Ripstein, 1995) o en destacadas intervenciones en el cine español, como Celos (Vicente Aranda, 1999) o La mala educación (Pedro Almodóvar, 2004). La conversación privada entre él y Darín es de las mejores escenas de la película. Por su parte la actriz chilena Paulina García interpreta a la presidenta del país anfitrión de la cumbre.

Y también es muy buena la intervención de Christian Slater como representante del gobierno estadounidense. Sólo tiene una escena pero está tan natural y convincente que es una alegría para los cinéfilos ver que el Adso de Melk de El nombre de la rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986) con otras destacadas películas en su carrera como Amor a quemarropa (Tony Scott, 1993) o Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994) sigue en plena forma. Sin embargo Elena Anaya en su papel de periodista está tan seria que no tiene la soltura y naturalidad a los que nos tiene acostumbrados.    

La Cordillera muestra la trastienda de las altas esferas de poder y el intento de tapar oscuros episodios del pasado pero al final se tiene la sensación de que te han dejado a medias, por un guión ambiguo y no del todo esclarecedor.  

jueves, 28 de septiembre de 2017

"La Llamada": Revelaciones y canciones en el campamento

La religión , como prácticamente todo en esta vida, puede ser una buena base para el humor. Bien es cierto que esto puede no ser tolerado por los ultraconservadores pero, por lo que un servidor ha vivido en el preestreno de La Llamada en Sevilla, se puede confirmar que la gente es muy abierta de mente en este sentido. Si no fuera así películas como La vida de Brian (Terry Jones, 1979) no tendría la legión de seguidores que tiene en la actualidad.

Lo positivo de La Llamada es que no trata, hablando en plata, de cachondearse de las creencias religiosas sino que aboga por una reinterpretación. Partiendo de la base de que la imagen de Dios no existe como sí la de Jesucristo, que Dios se presente como un cantante que entona temas de Whitney Houston no me parece sacrílego porque el personaje de Macarena García se lo toma muy en serio y lo considera un cambio importante en su vida, de ahí que el plano final sea de libre interpretación para el espectador.

Con origen teatral, muy exitoso por cierto, sus propios creadores, Javier Ambrossi y Javier Calvo, asumen la dirección de su traslación cinematográfica. Se nota que han querido ofrecer un buen producto tanto para los entusiastas del montaje teatral como para los que no lo han visto. Es por ello que Ambrossi y Calvo confíen plenamente en el elenco del que se rodean, algunos de cuyos miembros repiten el personaje que hicieron sobre las tablas.

Macarena García demuestra una vez más que es una actriz con ángel y uno de los ojos más fascinantes que te puedes encontrar en la pequeña o la gran pantalla. Empezó a llamar la atención en El Internado pero fue la sexta temporada de Amar en tiempos revueltos la que la hizo inmensamente popular y no ha abandonado la pequeña pantalla y de llamar la atención tanto en Luna. El Misterio de Calenda como en su actual personaje en El Ministerio del Tiempo pasando por Punta Escarlata, El Pacto, Niños Robados, B&b, de boca en boca o La española inglesa. Pero si fascina en la pequeña pantalla, su salto al cine fue espectacular con Blancanieves, esa joya en blanco y negro y muda dirigida por Pablo Berger en el año 2012 y que le hizo ganar un merecidísimo Goya a la Mejor Actriz Revelación, y desprendió alegría y vitalidad en Palmeras en la nieve (Fernando González Molina, 2015). En La Llamada transmite sus dudas, sus miedos ante algo que la transforma interiormente y demuestra unas excelentes cualidades vocales.

Por su parte Anna Castillo, actualmente en la serie Estoy vivo, se convierte en la amiga perfecta para el personaje de Macarena García. Sus dudas son más sentimentales y la revelación con el personaje de Belén Cuesta, adorable con su ingenua bondad e inocencia, refuerzan otro de los mensajes de la película: Hay que vivir la vida y ser feliz. Por su parte Gracia Olayo dota a la monja a la que interpreta de una mezcla de humor y severidad que la convierten en un personaje bombón.

Con una factura cuidada, donde destaca la excelente fotografía de Migue Amoedo (inolvidable su premiado trabajo con la luz en La Novia de Paula Ortiz) y una banda sonora con temas de Leyva, la citada Whitney Houston y Presuntos Implicados, el filme de Ambrossi y Calvo se convierte en una entretenida película que se disfruta sobre todo si te dejas llevar, algo que no es muy difícil por todo lo expuesto anteriormente.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

"Tadeo Jones 2. El secreto del Rey Midas": Un total pro, un collar mítico y una momia con arte

Más de un mes desde su estreno, el pasado 25 de agosto y sigue en cartelera. No muchas películas pueden presumir de ello tal como está el panorama pero lo cierto es que aquel golpe sobre la mesa que Enrique Gato dio en 2012 con Las aventuras de Tadeo Jones no fue flor de un día. Cinco años después (y tras estrenar Atrapa la bandera en 2015)  ha triunfado a lo grande con la continuación de las peripecias de aquel joven apasionado de la arqueología y enamorado de la joven arqueóloga Sara Lavrof.

En Tadeo Jones 2. El secreto del Rey Midas la dirección la asume en esta ocasión Gato junto con David Alonso y lo que se puede reafirmar es que han dado un salto de calidad bastante significativo en cuanto a la solidez de la historia, ritmo y golpes de humor, muchos de ellos a cargo de la momia que conocimos en el primer largometraje y que aquí se convierte en un compañero de viaje más alocado y ocurrente. En esta ocasión parte de la aventura transcurre en Granada y se utilizan tópicos pero con mucha gracia sacándole mucho partido tanto a un traje de flamenca como a una paellera (todos los gags con estos elementos corren a cargo de la mencionada momia que ya la hubiera querido Tom Cruise y evitar el costalazo que se dio en taquilla). También hay que destacar la peculiar vis cómica del perro de Tadeo y el pájaro mudo de Sara y sus ocurrentes carteles para hacerse entender.

De nuevo se juega con el mito y la leyenda, en este caso el Rey Midas y las consecuencias que tuvo el poder convertir en oro (gracias a un collar, objeto de deseo en esta ocasión para buenos y malos) todo lo que tocaba, algo que tendrá mucho que ver en el tramo final. Lo bueno de este nuevo filme es que el personaje principal no ha perdido su esencia, sigue queriendo cumplir sus sueños profesionales y personales, a la vez que mantiene esa ingenuidad que le hace cercano al espectador y sus golpes de suerte que, por los que, por arte de carambola, logra salir de las situaciones más complicadas, hecho que le hace ganarse el apelativo de Total Pro (Auténtico Profesional).

Paisajes como los granadinos y en especial el interior de La Alhambra enriquecen la historia, además de ser clave en la búsqueda del collar del rey del título.

Con respecto a las voces Michelle Jenner y Oscar Barberán vuelven a demostrar que son unos espléndidos dobladores poniendo las voces a Sara y Tadeo, así como el padre de ella, Miguel Ángel Jenner, quien repite como el malo de la película así como José Corbacho, quien pone la voz a un taxista granadino que siente fascinado por la momia vestida de flamenca. En este filme y creando un peculiar triángulo amoroso se incorpora Adriana Ugarte, la inolvidable protagonista de las series La Señora y El tiempo entre costuras. Ugarte pone la voz a Tiffany, asistente de Sara, quien dará más de una sorpresa.

Con todo lo que está ocurriendo no me extrañaría que Tadeo Jones fuese el baluarte de la animación española, que, con profesionales como Enrique Gato, está dando sobradas muestras de calidad y capacidad de sobra para competir a nivel internacional con los grandes estudios en este terreno. Larga vida a Tadeo Jones.

martes, 26 de septiembre de 2017

"La Reina Victoria y Abdul": Judi Dench roza la excelencia

Hay actrices de las denominadas todoterreno, que hacen grande hasta el personaje más pequeño. Judi Dench es una de ellas y lo demuestra en su último filme estrenado. Tras la grata experiencia de Philomena (2013), el director Stephen Frears (el director de Las amistades peligrosas forever and ever, con permiso de La Reina o Mi hermosa lavandería) vuelve a contar con Dench para protagonizar lo que ella misma ha denominado continuación de Su Majestad Mrs Brown (John Madden, 1997) filme que le hizo merecedora de una nominación al Oscar a la Mejor Actriz, y  donde encarnó a la reina Victoria de Inglaterra, también emperatriz de la India. En el filme que nos ocupa se mete de nuevo en tan importante personaje histórico pero ya en sus últimos años de vida y en la relación especial con un hindú al que llega a convertir en parte esencial de su vida, otorgándole privilegios para disgusto de la Corte y familiares.

En La Reina Victoria y Abdul, centrándonos en términos interpretativos recalco lo que afirmo en el título de esta crítica. Dench está maravillosa en todas y cada una de las escenas del filme de Frears eclipsando a todos los que la rodean haciendo que sólo veteranos como Michael Gambon estén a su altura y que la interpretación de Ali Fazal se vea mermada ante la grandiosidad interpretativa de Dench: cómo habla, con sarcasmo, autoridad, ironía.... cómo mira y cómo se mueve. Es la elección perfecta y me atrevo a decir que sin ella esta película hubiese hecho aguas.

Ver La Reina Victoria y Abdul significa ver una interpretación sin fisuras pero claro, estamos hablando de una actriz con una cantidad de registros inagotable. Ganar el Oscar por siete u ocho minutos en los que aparece en Shakespeare in love (John Madden, 1998) no lo consigue cualquiera y que ha brillado en todo tipo de personajes, desde la novelista de Una habitación con vistas (James Ivory, 1985) hasta la impecable M que encarna en los filmes de James Bond desde Goldeneye (Martin Campbell, 1995) pasando por sus interpretaciones en Chocolat (Lasse Hallstrom, 2000) o Jane Eyre (Cary Fukunaga, 2011) sin olvidar el personaje que a un servidor deslumbró: la mujer que se obsesiona por Cate Blanchett en Diario de un escándalo (Richard Eyre, 2006) un tour de force maravilloso y un cambio de registro para ella.

Pero claro, hablamos de una mujer que tiene también una carrera teatral impecable, dando vida personajes de la talla de Lady Macbeth y otros grandes personajes de Shakespeare como Julieta, Ofelia, o la Titania de El sueño de una noche de verano pasando por obras como La Gaviota y El jardín de los cerezos, ambas obras maestras de Chéjov o Madre Coraje y sus hijos de Brecht.

Volviendo al cine Dench ha sabido sacar jugo de personajes como el de El hogar de Mrs Peregrine para niños peculiares (Tim Burton, 2016) pero ella es sin duda uno de los reclamos de la nueva versión de Asesinato en el Orient Express que dirige y protagoniza Kenneth Branagh y donde ella asume el personaje que hizo esplendorosamente Wendy Hiller en la versión de Sidney Lumet de 1974.

Me he centrado en la figura de Dench porque es el pilar que sustenta La Reina Victoria y Abdul un filme de bien recreado por Frears, desde el exquisito vestuario hasta la rectitud de la Corte Británica. El guión está lleno de momentos donde Dench brilla (el momento mango es impagable) y carga las tintas en el choque cultural y la fascinación de una reina por un territorio que es suyo pero que desconoce. El filme tiene dosis de humor y drama medidos para que haya un equilibrio narrativo para contar las vivencias de una mujer en el invierno de su vida y que recupera las ganas de vivir gracias a Abdul.

Como aportación mía creo detectar un doble guiño a Una habitación con vistas en la presencia Simon Callow y en el pasaje que transcurre en Florencia. Pero esto sólo es una idea mía. Lo que sí reafirmo es que la interpretación de Judi Dench merece al menos una nominación al Oscar por su impecable interpretación.  

Una curiosa exposición con una guía excepcional

Siempre es un buen momento para visitar el Museo de Bellas Artes de Sevilla, con joyas de Murillo, entre otros muchos grandes pintores. La pinacoteca sevillana ofrece, además, exposiciones temporales de gran valor. Una de ellas es la que he tenido la oportunidad de visitar hoy. Bajo el título Sevilla en la estampa, hasta el domingo 1 de octubre el visitante puede admirar el arte del grabado gracias a la donación que de cien de ellos ha hecho Francisco Luque Cabrera

Yo, y varios ciudadanos más (como el prestigioso fotógrafo Antonio del Junco y su madre), hemos tenido el privilegio de ser guiados en esta exposición por la experta en Arte e Historia Bárbara Rosillo quien primeramente nos ha hecho una curiosa introducción a la técnica del grabado diferenciando las distintas técnicas que existen para realizarlo: desde la xilografía, sobre madera, hasta la litografía, sobre piedra. El recorrido incluye estampas de Sevilla desde el siglo XVI por parte de maestros en esta técnica provenientes de países como Francia o Inglaterra y que han realizado una serie de escenas, que nos dan una buena idea sobre los usos y costumbres populares en la vida de la ciudad a lo largo de varios siglos, sitios que o ya no existen o están bastante modificados.  Ya sean pintados o no, estos grabados conforman una exposición es para no perdérsela.
Con la maravillosa guía Bárbara Rosillo, un lujo. Antonio del Junco

No os doy más detalles porque , como digo, hay que ir a ver esta exposición y repito: está hasta este domingo así que no os lo penséis. Próximanente os haré recomendaciones cinéfilas y culturales para aprovechar el tiempo de ocio en la capital hispalense. Hasta dentro de muy poco   

domingo, 17 de septiembre de 2017

"Jacques": El hombre de los océanos

Con un año de retraso ha llegado a las cartelera española Jacques, un filme que cuenta las luces y las sombras de treinta años (desde mediados de los años 40 hasta los 70) de la vida de Jacques-Yves Cousteau (1910-1997). Es un biopic que muestra todas las caras de un hombre que lo dio todo por descubrir y luego proteger los océanos y el medio ambiente. La cinta de Jérôme Salle (guionista y director de, por ejemplo, El secreto de Anthony Zimmer) combina un buen guión con una belleza visual y sonora muy destacables. Quizá para dar un tono más épico a la vida de Cousteau la película se titula originalmente L'odyssée. Que el famoso barco de Cousteau se llame Calipso, como la ninfa del inmortal relato homérico creo que también tuvo mucho que ver.

La película nos muestra los inicios de Cousteau, sus logros internacionales y sus problemas familiares, ya que no se evita el mencionar las constantes infidelidades a su primera mujer y sus choques con sus hijos. En ese sentido la película (cuyo guión está basado en un libro coescrito por Jean-Michel Cousteau, uno de los dos hijos de nuestro hombre) no es ni complaciente ni santificadora, aunque se ensalcen sus logros en el terreno profesional. La narración tiene un rimo con algún pequeño altibajo pero se ve con agrado en general y Salle utiliza recursos varios para lograr transmitir ciertas ideas: el sacrificio económico de la mujer de Cousteau para que éste cumpla su sueño de reconstruir Calipso está resuelto con insertos a un objeto concreto que se vacía a medida que se ve el progreso en los trabajos en el barco, la radio y los recortes de periódicos sirven para que el tiempo pase de una manera amena y el espectador se entere por ejemplo de la obtención en el Festival de Cannes de la Palma de Oro por el documental El mundo del silencio (codirigido por Louis Malle) en 1956, trabajo por el que consiguió el primero de sus tres Oscar, siendo el tercero por El mundo sin sol (1964) que también se menciona en Jacques.
Lambert Wilson en la piel de Jacques Cousteau
Los aspectos técnicos de la películas están muy cuidados, siendo las escenas subacuáticas de gran belleza con una iluminación portentosa. Por ello y por el filme en su conjunto no se puede dejar de mencionar la hermosa fotografía de Matias Boucard así como la espléndida partitura de ese genio que es Alexandre Desplat. La banda sonora se completa con dos temas muy conocidos usados sabiamente en dos momentos concretos: La canción California Dreamin' de The Mamas and the Papas sirve para retratar la evolución de la vida de Cousteau en la segunda mitad de los años 60 y la bella Sinfonía Nº 3 de Brahms sirve para acompañar un dramático momento.

Los actores son otros de los valores del filme. Lambert Wilson y Audrey Tatou interpretan al matrimonio protagonista. Tatou está espléndida mostrando todas las fases del personaje, desde el apoyo incondicional a su marido para que cumpla su sueño hasta la desilusión por las infidelidades, pero, a su vez, su determinación de no abandonarlo, de hecho sólo los separó la muerte de ella en 1990. Wilson se muestra muy sólido  y es muy curioso el proceso de envejecimiento (el maquillaje en los dos personajes está perfecto) hasta que llega a la imagen que mucha gente conoce de Cousteau con su característico gorro rojo. Es un personaje nada fácil y Wilson, con mucha experiencia (no en vano debutó en 1977 con Julia de Fred Zinnemann) solventa complejas escenas con facilidad como esa dura conversación en una cafetería con su hijo Philippe. Y aquí me detengo para hablar del actor que interpreta a este personaje: Pierre Niney posee una de las miradas más magnéticas que he visto en los últimos años y en su trayectoria destacan trabajos con Robert Guédiguian (Las nieves del Kilimanjaro, 2011) o François Ozon (Frantz, 2016). También destacan en su filmografía su encarnación del modisto Yves Saint Lurent en el filme homónimo dirigido por Jalil Lespert en 2014, por el que recibió el César al Mejor Actor (no confundir con Saint Lautent de Bertrand Bonello del mismo año) o El hombre perfecto (Yann Gozlan, 2015). Su personaje en Jacques está lleno de contradicciones de sentimientos que van de la decepción a la rebeldía e incluso la osadía a nivel profesional y personal.
Pierre Niney en un momento de la película de Salle
La película logra su punto álgido con la llegada de Cousteau a la zona antártica y es fascinante cómo se despierta en él su conciencia ecologista, un carácter que tiene el filme en su conjunto y que le hizo ser merecedor, en el marco del Festival de San Sebastián del año pasado, del Premio Greenpeace-Lurra.    

viernes, 15 de septiembre de 2017

"Detroit" Una denuncia al racismo y al abuso de poder

Si hay algo que no se le puede decir a la directora Kathryn Bigelow es que le tiemble el pulso. Se mueve como pez en el agua en películas "masculinas" como Le llaman Bodhi (1991) o K:19: The widowmaker, película que ejemplifica otra de sus constantes: poner hechos verídicos sobre la mesa y darlos a conocer al gran público. Por ello varios de sus filmes reflejan acontecimientos del siglo XX y XXI que prácticamente nadie había tratado o si alguien lo ha hecho, no de la manera que Bigelow lo hace, de ahí la fuerza de películas como En tierra hostil (2008) o La hora más oscura (2012). Si en el primer título se centraba en la Guerra de Irak y en el segundo en la captura de Bin Laden, en Detroit echa la vista atrás para rememorar un hecho grave en la historia reciente de Estados Unidos que podía haber sido la base de una gran temporada de la franquicia televisiva American Crime Story.

Detroit narra unos hechos de los que se cumplieron este mes de julio cincuenta años: la muerte de tres hombres afroamericanos que se refugiaron en un motel de los disturbios que acaecían en esos momentos en las calles de la ciudad que titula esta película. Estas muertes tuvieron mucho impacto en la sociedad de la época por ser policías los inculpados y el racismo que emanaban tanto esa cruel acción como la decisión jurídica, que declaró inocentes de los hechos a los inculpados habiendo muchos testigos de los hechos, porque esa fatídica noche de verano de 1967 hubo más retenidos que pudieron correr la misma suerte.

Una de las duras imágenes del último filme de Kathryn Bigelow
Bigelow, bajo mi punto de vista, marea los primeros quince o veinte minutos cuando coloca al espectador en medio de los disturbios que precedieron a la noche fatal, pero cuando centra la acción en el motel toma las riendas con una fuerza apabullante haciendo que la tensión se corta con un cuchillo y la recreación de aquellos convulsos años 60 está muy lograda. 

Los hechos acaecidos en el motel son el corazón de Detroit pero siempre teniendo en cuenta los disturbios exteriores, ya que condicionan los acontecimientos antes, durante y después. Bigelow controla todos los elementos para recrear el ambiente que desea y eso también se muestra en la dirección de actores con un portentoso John Boyega (Finn en los nuevos episodios de Star Wars) que demuestra su faceta dramática en todo su esplendor, así como Will Poulter imprime al policía una fuerza que, aparentemente, roza la locura, por el maltrato al que somete a los rehenes todos afroamericanos excepto dos mujeres, una de ellas interpretada por Hannah Murray (Gilly en Juego de Tronos).

La película también denuncia los agujeros del sistema judicial americano y visto lo visto condicionado penosamente por el racismo que imperaba con fuerza en esa época donde la música de grupos afroamericanos gozaba de gran popularidad, de hecho dos de los rehenes del motel pertenecían a un grupo musical, y el cine de la época pretendía con buena fe normalizar las diferencias entre los ciudadanos por el color de la piel, no en vano Sidney Poitier estrenó precisamente tres películas que abordaban tal propósito en contextos muy distintos: la enseñanza en Rebelión en las aulas, dirigida por James Clavell, la policía en En el calor de la noche de Norman Jewison (Oscar a la Mejor Película de aquel año) y los noviazgos en Adivina quién viene esta noche, de Stanley Kramer.

Pero el racismo y el abuso de poder siguen por desgracia muy en alza actualmente aunque la sociedad se muestre tolerante aparentemente, por eso es importante que se hagan películas como Detroit para que se intente tomar conciencia que ni la violencia ni los prejuicios conducen a nada bueno.      

"It": Los miedos que nos rodean

Desde que Stephen King publicase su primera novela, Carrie, en 1974, el cine no tardó en ver un filón para contar nuevas historias. Prueba de ello fue que sólo dos años más tarde Brian de Palma dirigió su adaptación a la gran pantalla, con escenas memorables para los amantes del terror y lo sobrenatural con unas magníficas Sissy Spacek y Piper Laurie. Otro de los best sellers de King fue El Resplandor (1977) y en 1980 Stanley Kubrick hizo otra joya con un inolvidable Jack Nicholson enloqueciendo en un hotel y, para cerrar la enumeración, Misery fue un bombazo en 1987 y en 1991 Kathy Bates ganó el Oscar por su interpretación en la también ejemplar adaptación que dirigió Rob Reiner. El universo del escritor nortemearicano no ha dejado de ampliarse con adaptaciones incluso de relatos cortos como Los chicos del maíz o Cadena Perpetua, por citar sólo algunas porque prácticamente todo lo escrito por King se ha adaptado, en cine o en televisión.

Centrándonos en la película que nos ocupa, It fue otro gran éxito publicado en 1986 y llevado a la gran pantalla en una miniserie estrenada en 1990, la cual digo ya de entrada que no he visto. Pero por fin he visto la película que ha dirigido Andy Muschietti, el responsable de la también terrorífica Mamá (2013). Muschietti ha logrado una muy buena película mostrando en pantalla pasajes escalofriantes que ya ponían los pelos de punta en las páginas de la novela y, muy sabiamente, ha centrado la acción de la historia, que King divide en dos épocas que van alternándose en las 1500 páginas del libro, en una sola: la infancia de los protagonistas y su primer enfrentamiento con el ente asesino que se transmuta en el payaso Pennywise.
Bill Skarsgard como Pennywise
Muschietti ha sabido trasladar la atmósfera de la novela incidiendo en un tema también muy importante para King: los miedos cotidianos. It cuenta una historia de amistad de un grupo de preadolescentes que se enfrentan a una amenaza mortal que se alimenta de sus propios miedos a la vez que superan otros más mundanos, como los que provocan el acoso escolar (verbal y con agresiones físicas) o los abusos. Uno de los aciertos de la película ha sido que la época que retrata son los años ochenta en vez de los años cincuenta como pasa en el libro, para que la segunda película, con los protagonistas ya adultos, transcurra en la actualidad. Esta decisión hace que se muestren elementos reconocibles y que sabiamente se ha usado una equivalencia de algo que había en los cincuenta: si una de las escenas terroríficas clave de la historia tiene que ver, en el libro, con un álbum de fotografías, aquí se opta por un reproductor de diapositivas, causando un efecto brutal.

Escenas como la del barco de Georgie o la del lavabo de Beverly (con un claro guiño a Carrie) están trasladadas en este filme con una fidelidad a como se relatan en la novela que no obvia los aspectos de estas dos escenas. También hay que decir que se ha optado por suprimir o suavizar otras escenas pero extendería mucho esta crítica.

Lo que, en mi opinión, ha sido un verdadero acierto, ha sido la interpretación y la caracterización de Bill Skarsgard como Pennywise con un tono de voz entre tétrico y burlón que hace que cada vez que aparece te muevas inquieto en la butaca. Skarsgard va camino de eclipsar a sus hermanos Alexander (popular por las series True Blood y Big Little Lies) y Gustaf (Floki en la serie Vikingos) ya que su padre Stellan tiene tantas tablas que juega en otra liga. Al magnífico trabajo vocal y corporal de Skarsgard hay que sumarle su sobresaliente caracterización (más fiel al libro de King que la citada miniserie donde Tim Curry parecía exteriormente el payaso de Micolor). Sin aventurarme mucho he de decir que el trabajo de caracterización, palpable también en la transformación del español Javier Botet en el Leproso, debería ser recompensado con el Oscar, en mi humilde opinión.

Los niños actores muestran de manera nada forzada sus distintas personalidades, como Jaeden Lieberther la tartamudez y el sentimiento de culpa de Bill o Jack Dylan Grazer los ataques de asma de Eddie pero son Jeremy Ray Taylor (Ben) y Sophia Lillis (Beverly) quienes sobresalen con sus acciones y sentimientos.

A todo lo dicho hay que recalcar cómo están materializados los miedos de cada uno de los miembros del grupo y todo se reúne en el clímax final. Con esta película Muschietti deja la puerta abierta de par en par y, sobre todo, las ganas de los espectadores de ver la conclusión de la historia. Seguro que valdrá la pena la espera.       

miércoles, 13 de septiembre de 2017

"El amante doble": Enrevesado juego de espejos rotos

He de confesar que El amante doble es la primera película que veo del director parisino François Ozon pero, como cinéfilo, le he seguido de cerca y me empezó a sonar su nombre cuando estrenó Bajo la arena y Gotas de agua sobre piedras calientes en el año 2000. Pues bien, viendo su último filme he tenido la sensación de que Ozon bebe de muchas fuentes literarias y cinematográficas, aparte de sus guiones originales. A lo largo de su carrera ha adaptado para la gran pantalla obras teatrales de autores como Fassbinder (la mencionada Gotas de agua...), nuestro gran dramaturgo Juan Mayorga ya que En la casa (2012) se basa en su obra El chico de la última fila, o Robert Thomas (8 mujeres, 2002). En esta ocasión se basa en una novela de la autora estadounidense Joyce Carol Oates para tejer una tela araña psicológica y sexual.

Una de las sensaciones que se tiene con El amante doble es de estar viendo un thriller convencional al estilo de Brian de Palma con temas manidos (lo de los gemelos antagónicos y su confusión lo han usado hasta para telefilmes de sobremesa) pero en el tramo final de la película parece que estamos viendo el interior del cerebro de otra persona, puede ser la del propio Ozon ya que esas duplicidad de los personajes se multiplican y hay un momento que te pierdes, y ya la escena final es un apaga y vámonos. Es curioso lo de las influencias porque yo le encontrado más influencias del cine de David Cronemberg (Cromosoma 3 e Inseparables se me vinieron a la mente en cuanto acaba la parte de thriller.
Renier y Vacth en una escena de la película de Ozon

Me da la sensación de que Ozon ha querido jugar al suspense psicológico y sexual tipo Paul Verhoeven pero no ha sabido concluir la historia, dejando cabos sueltos como esa inquietante vecina que interpreta Myriam Voyer a la que podía haberle sacado un mayor partido y nos regala la presencia de la eterna Jacqueline Bisset en una nueva colaboración con el cine francés tras trabajar con François Truffaut en La noche americana (1973) y con Claude Chabrol en La Ceremonia (1995) con un inesperado doble papel, aún más desconcertante en la resolución final.

También hay que destacar la química de la pareja protagonista. Marine Vacth tiene un radical cambio de look con respecto a su anterior trabajo con Ozon, Joven y bonita (2013) y Jérémie Renier ofrece un convincente trabajo como los dos hermanos gemelos que comparten profesión (son psiquiatras) y mujer. Ozon se encarga de dejar claro la diferencia de la relación del personaje de Vacth con cada uno de ellos, mucho más pasional y agresiva con uno y más convencional con el otro. Pero repito esa atmósfera de thriller,  (previsible también una vez que el amor y el deseo rompe la barrera de psiquiatra-paciente) se va diluyendo y los últimos minutos es, en mi opinión, otra película. Una pena porque prometía mucho pero El amante doble de desinfla como un globo pinchado.  

Jesús Álvarez: "Después de esta crisis nada será igual que antes"

Jesús Álvarez es un periodista como pocos. A su excelencia profesional que muestra diario en ABC de Sevilla desde hace años, hay que añadirle una bondad que le sale de dentro y que contribuye a que la persona que se siente frente a él pase un rato de lo más distendido. Después de muchos años dedicado a su profesión ahora la compagina con su faceta de escritor que ha iniciado con la novela El ingeniero que no sabía bailar, que lleva por subtítulo Del club de campo al comedor social y está disponible en Amazon. Con esta primera novela Jesús Álvarez hace un retrato realista de la crisis y sus consecuencias con una prosa ágil, interesantes reflexiones y personajes y situaciones con mucho sentimiento. De todo ello Jesús Álvarez habló para El Rinconcillo de Reche.
Jesús Álvarez con su novela El ingeniero que no sabía bailar. Alejandro Reche Selas

Pregunta: Usted en la Nota del Autor que incluye al final de la novela menciona su visita, en diciembre del 2014, al comedor social en el que transcurre buena parte de la acción del libro ¿Qué es lo que vio allí para decidirse a escribir y, como resultado, surgiese El ingeniero que no sabía bailar?

Jesús Álvarez: Fui allí para hacer un reportaje para Navidad y lo que vi fue una serie de personas, una red de voluntarios empleando su tiempo libre para ayudar a personas que no tenían para comer. Hablé, además, con la organización del comedor de la Orden de San Juan de Dios y vi el trabajo tan importante que realizaban en el peor momento de la crisis. En ese momento los comedores estaban desbordados y me dijeron que casi no tenían alimentos para todas las personas que acudían a diario. Pregunté por el perfil del usuario del comedor y me comentaron, para mi sorpresa, que el perfil no era únicamente el clásico que uno se puede imaginar (personas con problemas, adicciones, alcoholismo etc..) sino personas como usted y yo, que han tenido un trabajo, han tenido vacaciones, han cenado fuera, han tenido un buen coche y que, por diversas circunstancias, perdieron su trabajo, les pasaron otras cosas y llegaron allí porque no tenían dinero para comer. Todo eso me incitó a escribir esta novela que ofrece un retrato de la crisis en Sevilla, aparte de la historia del protagonista y la de las personas alrededor del comedor que crean como una red social ayudando a los demás. Eso me pareció que había que contarlo. Yo no lo había leído en ningún sitio y se me ocurrió plasmarlo en una novela.

P.: Da la sensación de que, con esta novela, ha querido mostrar el hecho de que, en la vida, nadie está libre de caer estando en lo más alto y luego poder remontar...

J.Á.: Claro, lo más llamativo de Álvaro, el protagonista de la novela, es que es alguien que cae desde muy alto, algo que no se puede imaginar ni cuando pierde su empleo. Él piensa que con su experiencia y conocimientos no va a tener problemas para encontrar otro trabajo. Lo que cuento a partir de la pérdida del empleo no es ficción ya que conozco de cerca a personas que están en el paro y me han contado lo que les ha pasado: Con cincuenta años han entregado su curriculum y no les han llamado en un año debido a su edad o por estar sobrecualificados para el trabajo o  les ofrecían algo en condiciones de semiesclavitud. El protagonista de la novela, al no poder volver a trabajar, perdiendo su lugar en el mundo y no encontrándolo, es el reflejo de muchas personas que no han podido reintegrarse al mercado laboral. Son personas que no protestan ni se movilizan. Se sienten derrotados. Pienso que muchas personas pueden sentirse identificadas con este personaje.

P.: ¿Ha querido dar al lector una bofetada de realidad con esta novela? Porque si existe el cine social, como el del director Ken Loach, esta novela es literatura social, retrata el aquí y ahora de una ciudad que el lector reconoce perfectamente...

J.Á.: No sé si una bofetada. Es cierto que no estamos como en el 2013 o el 2014, pero cuando la Unión Europea declaró hace un mes  que la crisis había terminado, incluso hubo voces en España afirmando que se ha recuperado el PIB del 2007. No pongo en duda esos datos pero no todo el mundo ha salido de la crisis, especialmente el colectivo al que pertenece el protagonista de la novela.


P.: Hay en la novela una subtrama sobre la agresión a un mendigo en la que los implicados son jóvenes de alto poder adquisitivo. Por ello ¿usted quería evitar el prejuicio de que los culpables de los delitos siempre sean personas con mal aspecto exterior?  

J.Á.: Yo he tratado de reflejar en la novela los contrastes emocionales de la crisis. Es decir, por un lado, las personas que trabajan en los comedores sociales así como organizaciones alrededor de ellos, bancos de alimentos etc... que han ayudado a personas como el ingeniero a sobrevivir, sacando lo mejor de sí mismas en estos momentos de crisis. Por otro lado, hay otra serie de personas en la novela que se dedican a humillar a los que lo han perdido todo. Los consideran inferiores, derrotados o perdedores. Estas personas no vienen de familias desestructuradas ni de barrios humildes, sino que pertenecen a la clase media alta sevillana. Esto ha ocurrido en Sevilla pero también en Madrid, Barcelona y en otras ciudades europeas, por lo que no es un fenómeno local sino universal.  Esto se denomina aporofobia, que significa odio a los pobres. Creo que son los dos contrastes que muestro en la novela y que reflejan cómo es el ser humano, que es capaz de hacer lo mejor y también lo peor.

P.: Pasando a la estructura de la novela, he creído detectar dos líneas narrativas paralelas hasta más o menos la mitad de la novela en la que cuenta el presente del ingeniero y va dando pequeñas pinceladas de su pasado hasta llegar al momento actual en el que se encuentra ¿Esta estructura la tenía así concebida desde un principio?  

J.Á.: Sí. Quería empezar la primera página en el presente y que fuese un inicio contundente y las personas que la han leído me han confirmado que ese comienzo les ha conmovido. Luego he intentado que la narración fuese ágil pero, como bien ha dicho va hacia delante y hacia atrás en el tiempo para que el lector sepa cómo el protagonista ha llegado a la cola del comedor social. En esta historia reflejo valores universales como el amor o el desamor. Ya la segunda mitad de la historia transcurre sólo en el presente y avanza más rápido.

P.: En ese retrato del pasado se enfatiza el aspecto externo del personaje y el éxito que tenía con las mujeres por lo que al hecho de tocar fondo también contribuye un deterioro físico...

J.Á.: Así es. Cuando Álvaro pierde su empleo comienza su infierno particular lo que le provoca un fuerte desgaste emocional y también físico. Aunque ya tiene una edad, los acontecimientos hace que los años se le echen encima. El tiempo que se lleva buscando empleo y no encontrándolo y pasando problemas económicos hace que por su cuerpo pasen como quince años. Es una situación que, muy probablemente le ocurriría a cualquier personas que pasase por esa situación.

P.: Llama la atención la descripción más pormenorizada que hace de la relación sexual que mantiene en un momento determinado de la novela, ya en el presente con una trabajadora social. ¿Lo hizo así porque era un momento en el que el personaje volvía a "sentirse vivo"?

J.Á.: Sí, podría decirse así. El personaje, aunque en su juventud tiene mucho éxito con las mujeres, cuando conoce a la que será su mujer, se enamora de tal manera que ya no existen más mujeres para él durante más de veinte años. No es frívolo, ni voluble. Tras la separación de su mujer pierde también su estatus social y económico. Esto específicamente tampoco me lo he inventado. Yo entrevisté al director Alberto Rodríguez hace unos años y le pregunté por la crisis porque es un tema que ha tocado en su cine y él me comentó  que tenía una pandilla de amigos con los que jugaba al fútbol todos los sábados. Con la crisis varios de ellos perdieron su empleo y dejaron de jugar al fútbol porque no tenían dinero para pagarse las cervezas de después del partido, y no querían pasar la vergüenza de reconocerlo o pedirle dinero a otro. Al protagonista de la novela le pasa lo mismo. Al no poder mantener el mismo ritmo de vida, él decide aislarse social y físicamente encerrándose en su casa. Al quedarse solo, cuando conoce a esta otra mujer trata de revivir o recuperar algo que creía perdido y aunque no es una persona creída para él que una chica joven y atractiva se fije en él y le da una fuerza que le hacía falta.

P.: Es muy significativa la reflexión que hace en un momento determinado del tema de la muerte enfatizando la idea de la fugacidad de la vida, de ahí el contraste de la escena final, que aquí no desvelaremos...

J.Á.: Efectivamente. La muerte está presente en toda la novela, no sólo porque haya personajes que mueren o se hable de gente fallecida, sino también porque los personajes que Álvaro conoce en el comedor social están cercanos a la muerte, jugando con ella, con la salud muy castigada, al ser indigentes que han pasado mucho tiempo en la calle, unos más y otros menos. La muerte es parte de la vida y en todas las creaciones literarias y artísticas es otro de los temas inevitables junto con el paso del tiempo. La escena final muestra el ciclo de la vida.

P.: Destaca también la semblanza que hace en la novela de Sevilla, nombrando calles, hermandades, tradiciones para que el lector que no conozca la ciudad se haga una idea de cómo es...

J.Á.: Yo quería que el lector, fuese sevillano o no, pudiese pasear por las calles de Sevilla con el ingeniero, la trabajadora social y el informático. Hay lectores que me lo han agradecido mucho diciéndome que la atmósfera en la que transcurre la ciudad es muy sevillana. Es  mi ciudad y quería hacerle un homenaje aunque no fuese en el mejor momento.

P.: Para terminar ¿qué razones le daría a los lectores de mi blog para que leyeran El ingeniero que no sabía bailar?

J.Á.: Creo que esta novela cuenta algo que es importante que no perdamos de vista. Esta crisis ha cambiado muchas cosas. Nada va a ser igual que antes, no sólo por las personas que no han recuperado su lugar en el mundo como le ocurrió durante algunos años al ingeniero, sino porque las relaciones laborales se han alterado de una manera sustancial. Cuando regresé al comedor social no me sorprendió que me dijesen que ya había menos titulados superiores o medios que la primera vez que fui pero sí que recibieran cada vez más personas de otro nuevo perfil: el de las que tienen empleo pero están tan mal pagadas que no pueden llegar a fin de mes, que no existían antes de la crisis. Las ONG y organizaciones benéficas los llaman "trabajadores pobres". Conviene no olvidarlo. Esta novela cuenta una parte de lo que ha pasado en estos años y lanza un mensaje de esperanza, a pesar de las dificultades. Las novelas que retratan épocas pasadas me encantan porque reflejan cómo vivían nuestros abuelos o tatarabuelos y me gustaría que esta parte de la Historia que hemos vivido con esta crisis que ha sido tan traumática e intensa se vea bien reflejada. Las heridas tardarán muchos años en cicatrizar y este libro que habla tambien de las segundas oportunidades es mi modesto grano de arena para que no se olvide.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Sergio Ramos: "El proceso de creación de 'La Orestíada' fue un período de aprendizaje impresionante"

Sergio Ramos (Zaragoza, 1992) es un joven actor formado en la ESAD de Castilla y León que ha afrontado retos profesionales que curten como persona y como profesional: Este verano formó parte del coro de La Orestíada de Esquilo que, dirigida por José Carlos Plaza, inauguró la última edición del Festival de Mérida. Ramos tuvo de compañeros en el coro a Montse Peidro, Jorge Torres, Pepa Gracia, Carmelo Crespo, Emilio Gómez, Charo Zapardiel y Ana Goya para complementar la tragedia familiar que escenificaron Ana Wagener, Alberto Berzal, María Isasi, Juan Fernández, Amaia Salamanca, Ricardo Gómez, Roberto Álvarez y Felipe Gª Vélez. Con anterioridad había dado vida a Alan en Equus de Peter Shaffer bajo la dirección de Carlos Martínez-Abarca. Actualmente trabaja un texto de un autor alemán contemporáneo con la ilusión por bandera. El Rinconcillo de Reche habló con Sergio Ramos sobre estos montajes y otros aspectos de su carrera que no ha hecho más que despegar.
El actor zaragozano Sergio Ramos. Javier Naval

Pregunta: ¿Qué ha supuesto para usted, un joven de 24 años, actuar en el Teatro Romano de Mérida?


Sergio Ramos: Es difícil de explicar porque la sensación es muy grande. Yo, antes de La Orestiada, no había estado allí ni como espectador. El primer día entré por la puerta de actores y me crucé con José Carlos Plaza. Él me dijo: "Vas a entrar conmigo por la puerta principal, que es por la que yo entré hace más de cuarenta años". Y entré por la puerta principal del escenario con él y con Carlos Martínez-Abarca, ayudante de dirección del montaje, y mi director en Equus. Ese espacio tiene una energía especial que ya te coloca en otro lugar. Además, la primera vez que hicimos un pase general por la noche fue algo mágico, porque el espacio se transforma.

P.: Usted, en La Orestíada, forma parte de un coro que integran ocho personas y que acompañan a los ocho personajes principales de la tragedia de Esquilo. Tuve la sensación que era un coro concebido no a la manera tradicional, por el modo en el que se decían las frases, el ritmo ¿Cómo trabajaron con Plaza este aspecto concreto del montaje?

S.R.: Fue un trabajo muy fino, porque, trabajar un mismo texto ocho personas en un espacio como el de Mérida, tiene sus riesgos porque, si no se trata bien, una cosa puede ensuciar otras y el resultado final fue el que buscaba José Carlos. Hay que partir de la base de que la versión que hizo Luis García Montero es muy actual y, con el coro se pretende reflejar a un colectivo, dando a cada uno de los integrantes, una individualidad muy concreta. Aunque todos participábamos de un imaginario colectivo común, cada uno tenía sus propias circunstancias, deseos y objetivos. Por encima de esas ocho individualidades existía un mismo hilo de pensamiento.

P.: Durante la representación me percaté de que usted corría mucho por el escenario ¿hubo una preparación física para ese aspecto del personaje?

S.R.: Mérida es un espacio muy concreto y, aunque nosotros trabajamos en un espacio muy grande, no era Mérida. Los cinco primeros días allí nos sirvió para acostumbrarnos al espacio y hubo que reajustar un poco con respecto a la sala de ensayos donde estuvimos previamente.

P.: ¿Cómo trabajó José Carlos Plaza con usted? ¿Qué destacaría de él como director de escena?

S.R.: Cuando él me llamó para trabajar con él no me lo podía creer y estuve unos días pensando en lo que me había pasado. Se da la circunstancia de que José Carlos Plaza es maestro de Carlos Martínez-Abarca y él es mi maestro. Aparte de que la manera de trabajar de José Carlos no me era desconocida, había oído hablar mucho de él y poder estar con él lo tomé con muchas ganas porque era estar con el maestro de mi maestro. En el proceso de ensayos José Carlos no te suelta ni a la mínima. Se encarga de que tu trabajo esté en el lugar donde debe estar y lo va a intentar hasta el último momento. Fue un período de aprendizaje impresionante.
Ramos a la derecha de la imagen en un momento de La Orestiada. Jero Morales

P.: Siempre me gusta destacar a miembros del equipo técnico, que, además, son habituales en los espectáculos de Plaza ¿Qué me dice de Pedro Moreno y Juan Pedro Hernández?  

S.R.: Son impresionantes. José Carlos Plaza se rodea de los mejores y se nota que tienen una conexión a la hora de trabajar juntos y además aprendes por todos lados viéndoles realizar su trabajo. Era como un sueño, la verdad.

P.: ¿Qué recuerdos tiene de los cinco días que representaron la obra?

S.R.: Una de las cosas que más me llamó la atención fue que el coro aparece en el primer acto y en el tercero. Entre ambos han transcurrido ocho años y por lo tanto, esos personajes tenían ocho años más. Yo, en el primer acto, soy un niño, y en el tercero estoy más crecido y una de las cosas que más preguntaba la gente era la razón de que en el tercer acto llevase gafas.

P.: Yo pensé que, al haber pasado unos años, el personaje podía haberse convertido en un joven intelectual y que, sobre todo, ha pasado de niño a hombre...

S.R.: Claro, creo que eso es lo que José Carlos pretendía con mi personaje: que se notase un cambio notable en él.

P.: Para cambiar de tema me gustaría pasar ahora Equus, un clásico contemporáneo del teatro en el que daba vida a Alan, un personaje muy complejo que afronta con menos edad aún...

S.R.: Sí, cuando empecé a ensayar la obra tenía 22 años.

P.: Es una obra de una gran carga simbólica y que supuso un hito del teatro en España por el año en el que se estrenó ¿Qué supuso meterse en un personaje de tal envergadura?

S.R.: Para mí fue un antes y un después en mi carrera el hacer Equus, por muchos factores. El primero ser dirigido por Carlos Martínez-Abarca. En las críticas han hablado muy bien de mi trabajo pero hubiese sido imposible si Carlos no hubiera estado allí porque, además de mi maestro, es una persona diez a nivel profesional. Hace un trabajo con los actores inmejorable y en ese sentido se parece mucho a José Carlos Plaza: Va al detalle para que el trabajo en general y el tuyo en particular sea lo mejor posible. También hay que destacar que Equus estuvo programada durante un año. Eso hizo que llegase a una especie de comunión con mi personaje y me sigue tiempo después de haberla dejado de hacer.

P.: Cuando entrevisté a Carlos Martínez-Abarca me dio la sensación de que, a pesar de ser Alan un personaje complejo, tenía muy claro por dónde quería llevarlo y eso es básico para llevar un personaje así a buen puerto...

S.R.: Sí, Carlos tiene varias cosas que son necesarias para trabajar: Tiene un conocimiento no absoluto sino lo siguiente sobre la obra y él trabaja con el actor y de tu trabajo saca lo que considera necesario. Eso es precioso, ya que es más orgánico y más vívido que el actor comprenda por dónde se desarrolla el personaje a la vez que lo va haciendo.
Sergio Ramos interpretando a Alan en Equus. Juan Millás

P.: Equus se conoce por el desnudo físico y emocional del protagonista, se trata la sexualidad y la religión, que van de la mano ¿Cómo trabajó todos esos aspectos del personaje?

S.R.: Pues los ensayos comenzaron en noviembre y se alargaron hasta enero, sin embargo con anterioridad ya habíamos empezado en unos talleres a trabajar con los caballos y yo estaba allí aunque no interpretase a ninguno. Desde finales de agosto y septiembre yo hice un trabajo muy físico con Carlos para ir captando cosas del personaje e ir incorporándolas. Carlos dice algo que yo comparto totalmente: Hay ciertos personajes tan humanos que, al ir más allá del estudio, o les dedicas parte de ti, creando algo tan personal donde ni un dramaturgo ni un director pueden entrar, o es imposible abarcarlos porque son personajes enormes, como Hamlet por ejemplo. Pero todo el estudio técnico y de las circunstancias lo hice de la mano de Carlos. Estuve leyendo la Biblia porque era necesario para crear a Alan. El tema sexual había que ponerlo sobre la mesa y alternarlo con otras cosas que tienes que leer.

P.: La Orestíada no es su primer contacto con la tragedia griega ya que en sus inicios interpretó a Hipólito en Fedra's Downfall... 

S.R.: Sí. A partir del mito clásico de Fedra se hizo una dramaturgia contemporánea que no tiene  nada que ver a la que hizo Racine u otros autores. Fue un montaje que ya trabajamos antes de salir de la Escuela. Fue un proceso muy de laboratorio. Lo dirigió un compañero nuestro de dirección, Alejandro Renedo, cuyo texto lo empezamos a trabajar al comenzar el cuarto año de carrera. Tuvimos unos meses de trabajo experimental y lo estrenamos en Valladolid y luego la hicimos en Zaragoza. Fue un trabajo muy satisfactorio donde estaba María Heredia, compañera mía en Equus.

P.: En su formación llama la atención los días que pasó en Rusia... 

S.R.: Fueron entre diez y quince días. Era un proyecto de la ESAD de Castilla y León. En el segundo año, algunos alumnos podían ir a la Escuela de San Petersburgo y tuve la suerte de poder ir. Pude apreciar las diferencias entre Rusia y España en el terreno de la interpretación, que se apreciaba mucho en el plan de estudios.

Para terminar le propongo un minitest cultural:

a) Espectáculo teatral que se le ha quedado grabado en la memoria

S.R.: Pues sería Slava's SnowShow, un espectáculo de clown gestual muy conocido a nivel mundial, lo vi en primero o segundo de bachillerato.

b) Personaje que le gustaría interpretar a lo largo de su carrera

S.R.: Pues el primero que se me viene a la cabeza sería Calígula de Camus, porque me parece un reto como actor y es un personaje que, como Clitemnestra u Orestes, hay que enfrentarlo de cara. Calígula es un personaje oscuro y entrar en ciertos lugares propios es incómodo a nivel personal pero eso me gusta.

c) Película que no olvidó

S.R.: La Milla Verde (Frank Darabont, 1999). Me dejó K.O.

d) Libro que le marcó

S.R.: La saga Harry Potter, porque me enganchó a la lectura y me hizo conocer el mundo haciendo volar tu imaginación.

e) Su serie favorita

S.R.: Serían tres: Breaking Bad, Juego de Tronos y House of Cards.